Reducir la desigualdad en Colombia es un acto de justicia. Con su creación, el ministerio adquirió esa responsabilidad histórica. Quizás asumió demasiados frentes, no supo cómo abordarlos o quienes emprendieron la misión no contaron con garantías para ejecutarla. Es momento de pedirle a la vicepresidenta Márquez caminos expeditos o soluciones posibles ante el preocupante inmovilismo de su ministerio que amenaza con cronificarse o en convertir en fractura las fisuras visibles de quienes no toleran la frivolidad de usar el feminismo u otras causas de grupos vulnerables con sentido oportunista.