Fin a 53 años de Guerra Fría
Con la apertura de relaciones anunciada por los presidentes de Cuba y EEUU, termina un período aciago de tensiones. El régimen castrista seguro proclamará victoria, pero sin ‘enemigo exterior’ su discurso antiimperialista se debilita.
La decisión de los gobiernos de Cuba y EEUU de poner fin a más de 50 años de tensiones políticas acaba con el último rescoldo de la Guerra Fría en nuestro continente.
Por cuenta del conflicto, los cubanos afrontaron una fallida invasión, el retiro de la embajada de Washington y un duro embargo comercial que prohibió o limitó el entendimiento económico con los empresarios de EEUU y sus países aliados.
El impacto del bloqueo, el más largo de la historia moderna, dio lugar a una generación de ciudadanos con limitaciones de acceso a los mercados, lo cual los privó no solo de los consumos ordinarios, sino que los aisló de los aconteceres culturales y tecnológicos que se producían en el resto del mundo.
Por su parte, los estadounidenses, entre ellos los inversionistas que en los años 60 tuvieron que ceder a las expropiaciones que ordenó el régimen castrista, vieron a La Habana como una amenaza. Esta empezó con la crisis de misiles de octubre de 1962 y se agudizó durante toda la historia de relaciones con la extinta Unión Soviética. Cuba era un bastión comunista y, además, alentaba a los países de la región a abrazar su causa.
En medio de la tirantez, Estados Unidos venía otorgando 20 mil visas cada año a inmigrantes que huían de la isla, mientras los familiares que se quedaban iban perdiendo lazos hasta que, al final, se rompían vínculos de arraigo. Varias generaciones de cubanos dejaron de ver a sus hijos o a sus padres, ante las duras normas que el régimen aplicaba contra todo aquel que osara abandonar la isla sin permiso oficial.
Los incidentes por conspiraciones o espionajes han sido frecuentes, con la detención de los sospechosos en cárceles de Cuba o de EEUU y denuncias de tortura y violación de derechos humanos, de lado y lado. Fue justamente en el marco de la negociación para liberar a algunos de ellos, que los dos gobiernos anunciaron el entendimiento.
A instancias del Papa, que dio el banderazo, los presidentes Barack Obama y Raúl Castro acordaron la normalización de relaciones, que en una primera etapa permitirá abrir embajadas, abrir cuentas bancarias y aumentar los cupos de giro de los cubano-norteamericanos a su familiares, y, en una segunda, el restablecimiento definitivo de relaciones diplomáticas.
Se trata, pues, de una decisión audaz de los dos mandatarios que pone fin a una política obsoleta e inservible, como lo reconoció Obama.
El régimen cubano seguramente presentará lo ocurrido como una victoria. En parte, lo es. Solo en parte. Durante décadas, el bloqueo ha sido hábilmente utilizado por los Castro para afianzarse en el poder con un discurso antiimperialista que ahora podría debilitarse. Con el restablecimiento de las relaciones, muchos cubanos esperarán que el régimen, libre del ‘enemigo exterior’, inicie una apertura democrática para que los exiliados regresen y se convoquen elecciones libres.
Más allá de la capitalización política que cada parte intente hacer, no cabe duda de que lo ocurrido es una gran noticia. Una noticia histórica.
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