Había una época, no hace mucho, en la que era raro ver la bandera de Colombia figurar en lo más alto de las competencias internacionales. Más allá de gestas aisladas, solían ser muy esporádicos los motivos para celebrar y, más bien, había una larga acumulación de frustraciones en distintas disciplinas. Fueron los tiempos en que el papel de máximos modelos de gloria y éxito en la sociedad fue reclamado por figuras encumbradas por el dinero de la violencia y el narcotráfico.

Esos tiempos están quedando atrás, gracias al titánico esfuerzo de jóvenes deportistas que se desempeñan en varios ámbitos, más allá del fútbol, que por su popularidad concentra la pasión más multitudinaria. Las notas del himno compuesto por Rafael Núñez vienen sonando en los principales escenarios del planeta gracias a atletas provenientes de todas las regiones del país, la mayoría de los cuales solo tiene en común su extracción popular y la tenacidad que han mostrado para brillar por encima de las dificultades y la falta de un mejor apoyo estatal.

Este año Colombia se ha dado un baño de gloria, que Nairo Quintana acaba de llevar a su nivel más alto en todos los tiempos. Con solo 26 años, el boyacense ganó la Vuelta a España, con lo que iguala la gesta lograda por Lucho Herrera hace 29 años. El pedalista que fortaleció sus piernas llevando a su hermana a la escuela en una cuesta, en su natal Cómbita, se perfila como el mejor colombiano de la historia, teniendo en cuenta que ya ganó el Giro de Italia en 2014 y que ha logrado tres podios en el Tour de Francia.

Nairo escribe su nombre en la historia colombiana, pero no llega solo. En la página de 2016 lo acompañan otros nombres igual de grandes; todo un equipo de nuevos ídolos, que además comparten con naturalidad sus ilusiones en las redes sociales con sus compatriotas. Mariana Pajón, con dos medallas de oro olímpico en bicicross; Catherine Ibargüen, medallista y cuatro veces campeona de la Liga Diamante de salto triple; y Óscar Figueroa, doble medallista en levantamiento de pesas, por mencionar solo algunas de las nuevas caras de una era que quiere dejar atrás la violencia, y que trabaja y consigue resultados para lograrlo.

Hoy la superación y la gloria corren por ríos distintos, que no están manchados por la ilegalidad. Los triunfos le envían al Gobierno el mensaje de que se deben fortalecer las políticas de estímulo al deporte, y que se requiere de una apuesta integral, que abarque disciplinas que por momentos parecieron quedar relegadas. Está vista la fortaleza del ciclismo colombiano, pero es necesario un acompañamiento con recursos. De hecho, detrás de Nairo viene pidiendo vía Esteban Chaves, que alcanzó el tercer puesto en la Vuelta, y Darwin Atapuma, que la lideró por varias etapas.

Son arduas las tareas que habrá que acometer para que haya más Nairos, más Marianas, más Catherines. Para que no haya que esperar toda una vida a que aparezca un chispazo de genialidad entre las sombras, como pasaba en la época de Pambelé, y para asegurarles a nuestros deportistas que no terminarán hundidos en el olvido. Colombia tiene hoy nuevos referentes para la juventud, nuevos héroes nacionales. Lamentablemente, muchos que ostentaron este rótulo terminaron abandonados, y su gloria se difuminó. La sociedad está llamada a cerrar filas para que esto no se repita, y asegurarles a los deportistas que han elevado el nombre de Colombia, condiciones de dignidad y liderazgo que permita proyectarlos como ejes de la transformación hacia un mejor país.

Solo ayer se daba la noticia de que empezaban a salir de la guerra los niños reclutados por las Farc. Es imposible calcular cuántos de ellos seguirán ahora el rumbo del deporte, y si alguno alcanzará a rozar las altitudes que lograron nuestros atletas este año. Pero con uno solo bastará.