La imagen de cientos de trabajadores marchando por las calles de las principales ciudades de Colombia cada primero de mayo ha servido históricamente para medir el pulso del movimiento obrero. Es el día en el que los sindicatos convocan a sus afiliados y a la masa de trabajadores para expresar reivindicaciones al Estado y a los empleadores.

Hoy, las asociaciones sindicales y los trabajadores en general conmemoran una fecha más del Día Internacional del Trabajador, en el que se recuerda a los sindicalistas asesinados en Chicago tras una huelga iniciada un día como hoy, en la  que se exigía una jornada laboral de ocho horas, y que terminaría en una masacre tres días después.

Pero, más allá de su significado histórico, esta fecha sirve para hacer una reflexión sobre lo que representa el 1 de mayo en un contexto de frenética transformación del modelo económico y laboral, tanto en Barranquilla como en Colombia y el mundo.

Este día suele ser una  plataforma para que el movimiento sindical plantee sus críticas al sistema y defienda los derechos de sus afiliados: empleo estable, salarios justos, condiciones laborales dignas, formación, etc. A las marchas  acostumbran sumarse organizaciones de izquierda, así como el movimiento estudiantil de ese signo político.

En las décadas de los 60, 70 y 80, el movimiento sindical era un poder dentro de la vida nacional. Sin embargo, factores como la globalización económica, los cambios en la contratación, la liquidación de decenas de empresas estatales, los asesinatos sistemáticos de líderes sindicales, entre otros, fueron minando a estas agremiaciones, que hoy tienen uno de los niveles más bajos de afiliación del mundo democrático.

Pero, además de constatar esos factores, los sindicatos colombianos deberían preguntarse con franqueza qué han hecho para adaptarse a los nuevos tiempos. Si están preparados para afrontar las grandes transformaciones del sistema. Si ciertos problemas internos –como la burocratización o los casos de corrupción– han afectado su conexión con buena parte de la sociedad.

Barranquilla es un ejemplo de esa cambio al que deberán enfrentarse intelectual y organizativamente los sindicatos. El último informe del DANE coloca a  nuestra ciudad como la segunda del país con menor desempleo, un 8,7% frente al 11,7% de media del país. Sin embargo, esa cifra positiva oculta algunas grietas importantes: una tercerización del sistema productivo, en el que la industria (y, por consiguiente, el movimiento obrero) pierde peso, y un predominio inquietante de la informalidad laboral, sector este que tradicionalmente no ha sentido afinidad con las organizaciones sindicales.

Dicho lo cual, en un día como hoy hay que resaltar la importancia del movimiento sindical como organización de defensa de los derechos de los trabajadores. Y confiar en que puedan seguir desarrollando su misión en un clima de seguridad para la integridad de sus dirigentes, intentando, siempre que sea posible, conciliar los intereses de sus afiliados con los de la sociedad en su conjunto.