El Heraldo
Operario del grupo Éxito, empresa que desde 2006 ha empleado a más de 300 personas víctimas o reintegrados.
Economía

Emprendimientos que apuestan a la paz

Oportunidades laborales para víctimas o reintegrados. Más de $79.000 millones se han invertido en proyectos individuales.

Los diálogos de paz entre el Gobierno y la guerrilla han permitido conocer cómo desde algunos negocios, emprendimientos y microfranquicias respaldados por el Estado, entidades nacionales, sector privado y empresas se está abonando el terreno para el postconflicto.

Víctimas, excombatientes, inversionistas y empresarios son los actores de nuevas dinámicas de integración, generación de empleos y negocios sostenibles.

EN LA CIUDAD. Un mini mercado tiene abierta sus puertas y comienza un desfile de madres y amas de casa.

Algunas recién bañadas, con la cara lavada, el cabello suelto, goteando agua y otras con pañoletas cubriendo su cabeza. En una mañana radiante, ellas entran, atisban productos, preguntan, comparan, regatean precios y salen con pequeñas compras de productos, algunos menudeados. Una de ellas lleva en la mano un cuarto de queso cubierto en una bolsa transparente. “Es uno de los productos que más se vende”, asegura Carolina*, una de las tres socias del negocio y encargada de la atención al público.

Alberto*, segundo socio del negocio amaneció con una voz de hilo por un resfriado del día anterior. Desde la caja registradora, se ha dado cuenta que a 40 metros del mini mercado dos vecinas del sector llevan tres bolsas grandes con frascos de aceite de cocina. Carolina tampoco ha perdido el detalle, llama a una vecina y le dice en la puerta del local: “Pregúntale cuánto le costaron”.

La niña va y regresa con el precio de los aceites comprados en un supermercado ubicado en una de las calles principales de la entrada del barrio.

Carolina y Alberto analizan los precios, susurran de la promoción y cómo aprovecharla para sus clientes.

Es la estrategia para una intensa oferta y demanda. Carolina cuenta que en el sector hay siete tiendas y en cada calle hay una.

El mini mercado se destaca por su fachada de 11 metros abierta y los compradores pueden elegir y tocar los productos. “La gran competencia fue una los desventajas que nos advirtieron antes de elegir este lugar. Nos dijeron que no nos convenía. Pero se eligió, porque Carolina vive cerca, nadie arrendaba allí y evaluamos costos de transporte de las mercancías. Esa esquina está en la calle más ancha del barrio”, precisa Alberto.

Es otra ‘guerra’ que han asumido los tres socios desde hace 18 meses. La primera batalla ya es historia y cada uno la disputó en sus lugares de origen. Alberto fue miembro de un grupo ilegal en Caquetá y Carolina en Antioquia.

Teresa*, la tercera en la sociedad, fue combatiente en Sucre. “No quiero recordar. Eso ya pasó”, afirma.

Con la Agencia Colombiana para la Reintegración (ACR), los tres socios han desarrollado habilidades y competencias ciudadanas en un proceso integral con esquemas de evaluación y seguimiento, que los ha llevado a conformar la red de microfranquicia de mini mercados.

Fenalco Atlántico, Coltabaco, Postobón, la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (Usaid) y la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) están detrás del modelo y su financiación.

Ahora la batalla es por sostenernos, destaca Alberto. “No ha sido fácil estar aquí, pero lo más difícil es mantenerlo”. Comenzaron con $8 millones que recibieron de capital semilla y abrieron en agosto de 2014. A pesar que Carolina estaba embarazada, así trabajó y 17 días después de la apertura lograron ventas de $3 millones. Llegó la cesárea, Teresa tuvo que pasar por una cirugía de quiste y Alberto superó un principio de tuberculosis.

En junio y julio de 2015 vendieron $11 y 12 millones y el inventario de febrero pasado superó los $12 millones.

Las compras de los productos son por ahora comprando y pagando. “Nos hemos adaptado a lo que piden nuestro compradores y la mayoría piden rebajas”. En los exhibidores y en las dos tres neveras se observan productos de bajo costo y marcas de consumo básico. Alberto agrega: “Tenemos que estar muy pendiente de los precios de la competencia”.

LAS JOYAS DE GRASS. María Dora Sánchez recuerda que hasta hace un par de años la imagen de cómo quedó el cuerpo de un coterráneo lanzado al vacío por subversivos desde las montañas de Ituango, Antioquia, le quitaba el sueño.

25 años después de haber llegado a Barranquilla procedente de Ituango, aún esa evocación de su niñez martillaba la mente, tocaba la fibra y revivía el éxodo por la violencia. Pero con ayuda psicológica ha empezado a superar el pasado y la habilidad para la bisutería ha cosido un negocio que está conquistando nichos en la moda local.

Grass, accesorios y joyería artesanal es un emprendimiento nacido en el seno de la familia y de “aficiones en común”. El esposo de María Dora hace muñecos de trapo y su hija dibuja y diseña.

Después de probar en negocios informales en preparación de alimentos, un viaje de ida y vuelta a Venezuela sin éxito, cursos en palma de Iraca y trenzados en el Sena, capacitación con la Gobernación, un diplomado en la Cámara de Comercio, participación en la Feria del Hogar en Bogotá y unirse a un joyero, está apunto de crear la empresa.

Ginna Grass, su hija, destaca que la participación en la feria, el Barranquilla Fashion Week y Plataforma K generaron negocios por evento de $6 millones. Para formalizar la empresa, que tendrá cinco empleados y un taller, costaría $65 millones. “Garantizaría ventas por encima de los $8 millones cada mes”, precisa Ginna Grass.

Solo hace dos años, María Dora contó al Gobierno que en su niñez acompañaba a su abuela médica, que era obligada a curar las heridas de combatientes en las montañas de Antioquia. El testimonio de desplazada le dio una indemnización para capitalizar su negocio y hoy admite: “Hemos crecido por las oportunidades”.

EL FUTURO ES EL CAMPO. Sin estar involucrado en el proceso de paz, Agrofuturo conforma un ecosistema para el campo, donde están las mayores esperanzas de impactar en el postconflicto. Desde 2007 Agrofuturo apuesta por capacitar, tecnificar negocios en agricultura junto a inversionistas, fondos capitales, productores y comercializadores.

Cimitarra, Santander; Cereté, Córdoba, Simití en Bolívar; San Vicente del Caguán, Caquetá son algunas de los municipios, donde han llegado inversionistas y se asocien con campesinos locales a través de Ricardo Jaramillo, socio fundador de Agrofuturo, explica que han generado una nueva cultura para el sector y promover el uso de tierras para la generación de un impacto.

“Trabajabamos con la Agencia Nacional de Restitución de Tierras y a través de la feria anual de ExpoAgrofuturo atraemos proyectos y servicios especiales que dan la posibilidad a productores de acceder a información, créditos, capital, tecnología y mercados”.

El “Uber del Agro”, como se denomina a la plataforma de negocios, ha cerrado transacciones por US$380 millones, capacitado 35.000 personas a través de actividades académicas, generado 18.000 empleos en 83.000 hectáreas con proyectos de cacao, frutas: piña, mango y aguacate y desarrollo forestales en nueve años. “Agrofuturo tiene a Endeavor a otro socio para diseñar modelos que impacten eficientemente en poblaciones y comunidades en conflicto”, subraya Ricardo Jaramillo.

Meta, Vichada, en el Cesar, Sur de Bolívar, Antioquia, el Bajo Cauca, Magdalena Medio y los santanderes, son zonas que gran potencial y desarrollo si llegan inversionistas.

En Gamarra, Cesar, Maira Quiñónez está al frente de una de las ocho cooperativas que integra el programa de Microfranquicas Solidarias de la Región Caribe, que coordina la Corporación Instituto Morrosquillo.

172 personas hacen parte del programa y cuentan con 40 unidades productivas que proveen de insumos a la cadena Terra & Mar Social Food, que tiene restaurantes y puntos de venta a través de microfranquicias.

En la cooperativa de Gamarra, hay dos familias víctimas de la violencia y una de las cuales es desplazada de Arauca. Maira Quiñónez explica que las cooperativas administran las unidades, y los núcleos familiares, que viven en la zona baja inundable y son proveedores de peces y animales de corral como patos y gallinas, son microfranquiciantes.

La familia desplazada de Arauca la conforman dos adultos y tres niños. “En promedio al mes pueden vender $360.000 en gallinas”. Esas ventas son para la preparación de platos del restaurante ubicado en la calle VI, en el parque principal de Gamarra, junto a la alcaldía. “El restaurante es un sueño hecho realidad y el de todas las familias”.

Calidad del empleo. La Agencia Colombiana para la Reintegración precisa que en Atlántico, Bolívar y Magdalena logró 51 empleos efectivos, con unas 35 empresas apoyando el primer año del Proyecto de Empleabilidad. Las empresas invitadas vincularon con empleos de corto plazo y mostraron prevención para contratar.

El aporte del Sena Atlántico. Jacqueline Rojas, directora de la entidad, afirma que han brindado herramientas para el trabajo y mejores oportunidades. En cifras: 33.218 personas desplazadas han sido capacitadas, más que los habitantes que a diciembre de 2015, tenía San Andrés Islas, y 6.224 orientadas para ocuparse. Solo en 2014, fueron formadas 403, y en 2015, 243.

*Nombres cambiados por petición de los entrevistados

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