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Ana Alvarado, exbasquetbolista y exatleta. Nathie frank y archivo
Deportes

“Si tuviera que enseñarles el baloncesto gratis a 100 niños, lo haría”: Ana Alvarado

La exdeportista nacida hace 86 años en Santa Ana, Magdalena, y reconocida como la mejor jugadora de basquetbol en el país en 1950, sigue vinculada a la actividad física con su escuela ‘Analva’, en Barranquilla.

Ana Alvarado, nacida hace 86 años en Santa Ana, Magdalena, y quien fuera catalogada en 1950 como la mejor jugadora de baloncesto del país, se resiste a abandonar esta disciplina. Ana, ganadora también de muchas medallas en el atletismo, les enseña hoy a los nuevos talentos del baloncesto que en Barranquilla, a pesar de que este deporte no tiene el auge que puede tener el fútbol, hay espacio para soñar. 

¿Qué hay de la vida de Ana Alvarado?
Ana Alvarado sigue igual, al lado del deporte. Ya no puedo estar en una cancha para correr y hacer los movimientos porque tengo un impedimento. Tengo que utilizar un monitor para que lo transmita (Clara, se llama su acompañante). No enseñamos a lanzar, a driblar, eso no, porque está ‘perrateado’. Enseñamos más que eso. 

¿Tiene su propia escuela de baloncesto?
Sí, se llama ‘Analva’. Tiene ya 16 años. Ya mis alumnos me ayudan. Ejemplo el de Clara. Ella pasó por mis manos y ahora es mi monitora en los entrenamientos.

¿Cuántos niños entrenan en ‘Analva’?
Más o menos 30 niños de diferentes colegios. Cuando más vienen a entrenar son los sábados y domingos. 

¿Le gusta mucho trabajar con jóvenes?
Yo soy pedagoga, maestra de escuela. Me acostumbré a enseñar y yo amo el básquetbol. Si tuviera que entrenar y enseñarles el baloncesto a 100 niños gratis, lo haría.

¿Cómo comenzó en este deporte que tanto dice amar?
Me gustaba ver entrenar. Después que se iban las niñas trataba yo de imitar sus movimientos. Un día le dije a Nicolasa Manotas que ya yo sabía meter la pelota en el aro. Me dijo: “Lanza para ver”. Me vio y me citó para que entrara al día siguiente. Luego nadie me sacó de allí.

Alvarado fue una de las mejores pívot del país. 

¿De qué jugaba?
Me gustaba ser pívot. Aprendí de memoria cómo lanzarle al tablero. En el centro de ese rectángulo blanco, ni más allá, ni más acá, (señala uno de los tableros del Coliseo Elías Chegwin) la pelota entra porque entra. No es lanzar por lanzar. Yo miraba el sitio donde iba a pegarle, pero no miraba la bola.

¿Y sí anotaba?
Claro que sí (risas). 

¿Cuántos puntos hizo en su carrera?
Tenía un récord en torneos nacionales de 40 puntos por partido en el equipo. La que menos jugaban, lo hacía para la que más tenía condiciones. Eso era sabroso, uno no tenía que decirle a la compañera que la pasara porque cuando ellas me veían correr y sabían que iba para adentro, me la pasaban de una. Me ocurría mucho que cuando yo me ponía de lateral y venían subiendo con el balón, se me paraban tres jugadoras y dejaban solas a la demás. ¿Quién anotaba? Pues las que quedaban descubiertas. Pareces un bejuco, te coge uno la mano y sacas otra (risas). Eso me decía una de las rivales de apellido García.

¿Cómo lograba tener tanta puntería?
Yo hacía un ejercicio para lograr la mejor puntería en el tablero y tenía una persona que me pasaba el balón. Iba del aro hacia atrás y lanzaba. Paraba y lanzaba, así hasta llegar al tiro libre. Hoy los niños no se preocupan por eso y hacen sus ‘marimondas’. Lo primero que se aprende no es la velocidad sino manejar la altura del balón.

¿Cuál fue el mayor logro en su carrera?
Ser la mejor jugadora de Colombia en 1950. En los Juegos Nacionales de Cali también tuve una destacada actuación. El equipo de Barranquilla fue campeón Nacional 14 años conmigo.  Cuando murió Nicolasa Manotas se acabó todo.

¿Qué recuerda de esos Juegos Nacionales de Cali en 1954?
Que todas me marcaban a mí y que les faltaba malicia porque dejaban a mis compañeras solas para anotar.

Lo máximo adonde llegó como jugadora...
Yo fui Selección Colombia de baloncesto. Estuve en los Juegos Centroamericanos, Suramericano e Iberoamericano. De ahí en adelante no había más nada porque el baloncesto se trataba como amateur. 

¿A quién admiraba en el baloncesto femenino en Colombia?
A la antioqueña Ligia Faciolince. Era el pívot más tranquila que yo pude ver, la podían matar y no se quejaba de nada. Qué dolor era enfrentarla. Un día dijo: “Me voy para Barranquilla porque yo le acepto a cualquiera que me marque menos a Ana Alvarado (risas).

Ana Alvarado recibiendo una distinción junto al también exbatquetbolista atlanticense Gabriel Mosquera. 

De esas selecciones Atlántico que usted conformó, ¿cuál era la fortaleza que tenían para mantenerse tan firmes?
La superioridad era que uno quería tener la cesta con el balón dentro. Ahora pueden hacer la canasta, pero hacen maniobras innecesarias y cuando llegan tienen el pulso cansado. En mi caso hoy tener la habilidad de no olvidar los movimientos del tablero, eso es muy lindo.

¿Cómo ve el baloncesto actualmente?
Está bastante acabado porque la mayoría de los jugadores no le ponen seriedad al juego. Lo ponen a jugar en un sitio porque es más alto, más ágil y arranca para dentro y como le dejen el espacio ya hace sus maniobras innecesarias.

¿Qué levanta al baloncesto en el Atlántico?
Lo único que levanta al baloncesto es el apoyo económico y aquí no lo hay. Otro caso es el de los profesores. Por ejemplo, el de gimnasia es el que enseña el basquetbol, pero no debe ser así porque el baloncesto no lo sabe todo el mundo. ¿Qué le va a enseñar? Si el ‘man’ no jugó qué le va a enseñar, dime tú. No señor, por ahí no es. Tiene que aprenderlo para enseñarlo y transmitir el conocimiento.

¿Será difícil ver un equipo profesional en el Atlántico?
Hay una cantidad de niños berracos, pero nadie se dedica a tener una labor para hacer un equipo profesional. El basquetbol es permanencia. Si tú no entrenas una hora todos los días, no aguantarás cinco minutos en un partido. Aquí hay niños que comienzan a quejarse de que les duele el hígado, que tienen vaso. Están es jodidos (risas).

¿Del baloncesto masculino profesional qué recuerda?
En esa época recuerdo a  Henry Hazbún, era un pívot, quitarle el balón a ese turco era jodido y evitar que Givanni Bacci anotara también era complicado. Bacci no saltaba nada, pero cogía la ‘puntica’ del rectángulo y la bola iba para adentro.

¿Algún hijo suyo se dedicó al baloncesto?
No tuve hijos. Mi hermana murió y me dejó dos niñas y un niño. Trataban de aprender, eran estudiosos, pero no querían entrenar. Hay uno que se llama Roiner, tiene una canasta en la casa y en vez de jugar coge el balón de fútbol a hacer pinolas.

¿En su pueblo natal, en el Magdalena, aprendió el baloncesto?
Yo nací en Santa Ana, en el Magdalena. Me vine a los 13 años a hacer el bachillerato en el Colegio Barranquilla. Aquí fue donde aprendí a jugar. Mi mamá, Delia Alvarado, quería que me regresara, pero yo no quería y me quedé. Soy la menor de siete mujeres y tengo 86 años.

Muchos no saben que usted también fue atleta, ¿cómo dio ese paso?
Fue como en el año 1968, Dije no más en el baloncesto y me enfoqué en el atletismo. 

En las tardes, después de 2 p.m., entrena en el Coliseo Elías Chegwin a los talentos de su escuela Analva. 

“En el atletismo estaba harta de ganar”

¿Cómo le fue en ese deporte?
Para ganarme tenían que darme en la nuca. Nadie me ganó ni en los 50, 60, 100 y 400 metros. Ya estaba harta de ganar y tiempo después me aburrí. Uno se cana de correr adelante (risas).

¿También compitió en el lanzamiento de disco y de bala?
Sí, también. Me iba bien en todo lo que competía.

¿Cuántas medallas ganó?
Mientras yo participé en el atletismo todas las medallas de oro fueron mías. Toda la vida siempre fui la ganadora. Un día traigo todas las medallas y te las muestro.

¿Nunca se cayó compitiendo?
En las pruebas con valla uno sufría mucho. ¿Tú sabes qué es salir corriendo y superar obstáculos? ¡Vaina dura en la vida! En Cali me tomaron una foto saltando. Una foto muy bonita que todavía recuerdo, pero yo no me dejaba aporrear de esas vayas porque eso pegaba bien duro.

¿Qué le pasó en su pierna que le afectó parte de su movilidad?
Me llevó una moto por delante hace dos años. Ahí sí me jodió y me ha quedado una veta de sangre en la pierna y no la he podido quitar (aprovecha y se descubre su pierna y la toca) Está dura, ¿si ves?, pero la circulación está mala y 86 años no es cualquier edad.

¿Ningún dirigente le ha prestado ayuda?
Nada. A veces me hacen la rosca y no quieren prestarme la cancha. Entonces me toca sentarme en el centro para que no me saquen. Yo solo entreno una hora. Pero bueno, lastimosamente así son las cosas aquí en Barranquilla.

¿Qué le gusta más el baloncesto o atletismo?
Me gusta más el baloncesto, pero es más responsable el atletismo porque no tienes a quién echarle la culpa porque si me quedé atrás la culpa es mía, solamente mía. 

 

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