A través de unas declaraciones para la revista Bocas del diario El Tiempo, el Bolillo Gómez insiste y trata de convencernos de que el estilo de la actual Selección Colombia fue heredado de aquella que él antes dirigió. Aseveración que, por supuesto, carece de argumentos probatorios. Está apoyada solo en la desvariada búsqueda de reconocimiento del exseleccionador, que no lo merece ahora, que antes sí, en su etapa prolifera con la tricolor en la década de los noventa, y seguramente en una imprecisa definición de lo que es estilo.

Los atributos que enmarcan el estilo de un equipo están directamente relacionados con las peculiaridades técnico-tácticas de los jugadores. Recuerdo que antes de una serie de partidos amistosos frente a Chile y Ecuador, y la no convocatoria de Teófilo Gutiérrez y Macnelly Torres por parte de Gómez consigné, aquí mismo en este espacio, el domingo 20 de marzo de 2011, que estos le agregarían “una buena dosis de un fútbol más cerebral y más colectivo. Ellos influyen en el estilo creativo del equipo y patrocinan un juego más asociado”. Desde aquellos días Bolillo prefería otra manera de jugar, con otros intérpretes. Un estilo que era gobernado por la musculatura de Guarín, y que subordinaba la elaboración de los volantes, a la velocidad y potencia de los delanteros. Pékerman, por el contrario, les ha entregado a ellos, junto a James Rodríguez, otro damnificado de aquel formato, la misión de liderar las maneras funcionales de esta, por medio de su naturaleza colectiva, su andar cadencioso y su capacidad creativa. De su gusto por el toque y la jugada bien hilvanada. He ahí la gran diferencia con Bolillo. Sin mencionar, además, la presencia de un volante de antecedentes ofensivos, en la primera línea al lado de Edwin Valencia. El sostener los nombres y la idea en condición de visitante, e incrementar el riesgo y reducir los temores a la hora de las sustituciones. Aquella buscaba el equilibrio con jugadores equilibrados. Esta lo encuentra con jugadores desequilibrantes. Aquella privilegiaba las miofibrillas, esta las neuronas. La de Bolillo era más frontal, elegía la línea recta. La de Pékerman se toma un poco más de tiempo, degusta las curvas. Hasta ahora, esta vence y convence. Ha redimido el valor simbólico de la selección en el imaginario colectivo. Convoca y alienta la esperanza de la clasificación a Brasil 2014, por resultados y juego.

La lista de convocados por el entrenador para esta serie, irradia coherencia. Pero, como siempre en el fútbol, ante Bolivia el viernes tiene que ratificar todo lo anterior. Sin subestimar al rival y con su estilo. Que, comprobado está, no es el que imprimió Bolillo. Por más que este se empecine, tozudamente, en pregonar lo contrario.

Por Javier Castell López

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