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A Antonio Rada lo unía una gran amistad con Marcos Coll. Era un blanco preferido para sus bromas. Archivo
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Fallece Antonio Rada, gloria del fútbol colombiano

Frentero, mamador de gallo, goleador incurable y con una potencia bestial para pegarle a la pelota, falleció ayer a los 76 años, víctima de un cáncer. Hoy, a las 4 p.m., serán sus exequias.

“Cógela, ruso hp….”, le gritaba a todo pulmón Antonio Rada a Lev Yashin, la famosa Araña Negra, portero de la selección rusa en el Mundial de Chile 62, cada vez que la pelota entraba a su arco en el partido que Colombia le empató 4-4 en Arica, en una de las hazañas más recordadas de nuestro fútbol.

 

Ese histórico día, 3 de junio de 1962, Rusia le ganaba 4-1 a Colombia, pero en un lapso de 18 minutos la escuadra dirigida por el argentino Adolfo Pedernera logró la paridad en el marcador con anotaciones de Marcos Coll (olímpico), Rada y Marino Klinger. Herman Cuca Aceros había marcado el primero, en la etapa inicial.

Rada siempre sacó pecho de haber sido la figura de ese partido. “Eche, qué más, si puse dos goles y marqué uno.

Además el Yashin ese me sacó el que era el 5-4 a favor de nosotros”, recordó en cierta oportunidad el Cañonero de Isabel López, corregimiento de Sabanalarga donde nació el 13 de junio de 1937 y de donde fue traído a los 3 años a Barranquilla para curarlo del sarampión. “Yo no sabía que tenía tanta calidad. Ese día me parecía al Pibe Valderrama”, acostumbraba a decir Toño, en tono de mamadera de gallo, a sus amigos.

De ese partido, también recordó que él reemplazó a Delio Maravilla Gamboa, quien se había lesionado en el primer juego contra Uruguay. Sin embargo, para él la verdadera razón era que a Gamboa le había dado susto jugar contra los rusos.

Rada, de 76 años, falleció ayer en su residencia, dos días antes de cumplirse los 52 años de esa gesta en Arica, víctima de un cáncer que le habían diagnosticado el año anterior.

Toño había sido operado de la próstata en dos ocasiones, una en 2012 y otra en 2013, luego de las cuales le diagnosticaron cáncer en los huesos, que lo postró a una silla de ruedas en sus últimos días.

El cáncer le hizo metástasis en el hígado y en el cerebro y la afección a este último le hizo perder la visión.

Antonio Rada debutó en el profesionalismo con el Unión Magdalena, en 1958. Del equipo samario saltó al Quindío y de allí al Deportivo Pereira donde confiesa que jugó los mejores años de su carrera, del 62 al 65. Del equipo matecaña se marchó después de una trifulca con el técnico César López Fretes. “Yo le había hecho dos goles a Millonarios para completar 14 en el torneo y López Fretes me sacó del partido que terminó 2-2. En el camerino le pregunté por qué me había sacado, si yo era el goleador del equipo. ‘Usted es la última rueda del coche’, me dijo. Le metí un cascarazo en la quijada y lo privé. Ahí se metieron los paraguayos y se armó una tremenda muñequera en el camerino”.


Dida y Rada conformaron una inolvidable llave de oro en el Junior entre 1966 y 1967.

Después de ese episodio se vino para el Junior, que en 1966 retornaba al profesionalismo. En el equipo rojiblanco formó una poderosa llave con el brasileño Edvaldo Alves de Santa Rosa —Dida— a quien siempre catalogó como el mejor jugador extranjero que ha llegado al fútbol colombiano. 

“Hablar de Dida es hablar del mejor futbolista que ha llegado a este país. Dida vino acá y demostró por qué había sido uno de los mejores jugadores que habían estado en el Mundial de Suecia 58. Era un fuera de serie, tenía picardía y fútbol.

Lo único que no tenía era estatura, pero lo que Dios no le dio en estatura se lo dio en inteligencia. El único delantero que se atrevía a saltar con (Reinaldo) Volken era él y eso que Volken medía 1.87 y Dida como 20 centímetros menos.

El secreto de Dida era que le pisaba el zapato a Volken y luego saltaba y cabeceaba. A Óscar López (del Cali), cada vez que había un tiro libre o un córner, le agarraba las nalgas. Óscar, que era un tipo serio, después lo quería matar”.

La carrera de Rada terminó luego de un partido contra el Deportivo Cali, en Ibagué. Carlos Samboní, delantero del Cali, estaba en fuera de lugar, el juez de línea levantó la bandera, pero el central dejó que siguiera la jugada. Achito Vivas se salió del arco y Samboní hizo el gol. Yo, que era el capitán, me fui detrás del árbitro —Bayron Piedrahita—para reclamarle, cuando este de repente me pegó una trompada en el estómago.

Cuando él me pega caigo al suelo y cuando me paro, no lo hizo el jugador sino el hombre. Le amagué con el pie, él se me agachó y lo cogí de abajo hacia arriba en toda la quijada. Me fui, me bañé, salí y todavía estaba ahí tendido. Al día siguiente fui a la oficina del Tolima despedirme del doctor Guzmán Molina. Le dije: ‘No juego más, me voy para Barranquilla. Le agradezco que no me liquide, ni siquiera me dé los pasajes’”.

Su mejor amigo en el fútbol era, sin duda, Marcos Coll, quien de paso era el principal blanco de sus bromas, varias de ellas inspiradas en el gol olímpico que Coll le marcó a Rusia.

“Nojoda Marcos, tú si le has sacado jugo a ese gol olímpico. Has comprado 300 pares de guayos y a todos nos dices que con ese marcaste el gol olímpico a los rusos”, afirmaba siempre.

Después de su retiro del fútbol, Antonio Rada comenzó su carrera como entrenador, que fue exitosa en el fútbol aficionado del Atlántico, con el cual ganó cuatro títulos nacionales. Uno de los más recordados fue el de la categoría juvenil, en 1989, con jugadores como Iván René Valenciano, Alex Comas, Víctor Pacheco, Douglas Molina, Raúl Chaparro y Oswaldo Mackenzie, entre otros. A nivel profesional, en 1991, dirigió al Sporting, equipo del cual era hincha declarado.

Su apellido en el fútbol colombiano se prolongó con su hijo Miguel Antonio Rada, quien en la década de los 80 brilló en el Once Caldas. En ese mismo equipo también jugó su nieto —hijo de Miguel— Michael Rada.

Las exequias del Cañonero de Isabel López se cumplirán hoy a las 4 p.m. en el cementerio Jardines de Paz, ubicado en la vía a Puerto Colombia.

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