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Pablo Emilio Huguet junto al expuntero del Junior y uno de sus grandes rivales, el brasilero Othon Dacunha.
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“Dacunha me quería coger de monigote y le daba duro”: Pablo Huguet Robles

El aguerrido exmarcador derecho de 73 años alcanzó, en 1968, el título del fútbol colombiano con el Unión Magdalena, el único que ha logrado el equipo bananero en su historia.

Del barrio Pescaito y vecino de la cancha La Castellana, Pablo Emilio Huguet Robles, nació —como muchos en ese sector— con el sello del balón impreso en su cuerpo. De menuda estatura pero con la bravura de un gigante, fue uno de los pilares del Unión Magdalena en el título del año 1968. También tuvo un paso fugaz por el Deportivo Pereira.

Dueño de una rebeldía que lo convertía en líder, dentro y fuera del campo, este exmarcador derecho, de 73 años, se emociona cuando rememora los tiempos idos del balompié, pero también cuando habla de su presente, en donde asoman como  motores que impulsan su vida, Judith Benavides (su compañera sentimental) sus 8 hijos, 10 nietos y 5 bisnietos

Su fama, en los 12 años que jugó fútbol profesional (1961 a 1973), la tuvo no por ser técnico y exquisito con la esférica en los pies; el prestigio y la notoriedad fue por su fuerza, garra y entrega sin límites.

“Si pasa la bola no pasa el jugador y si pasa el jugador no pasa la bola”, fue siempre su consigna.

Pablo Huguet junto al cantante Carlos Vives durante un juego entre glorias samarias. 

Recuerda sus enfrentamientos con el juniorista Othon Alberto Dacunha, de quien dijo “era una culebra” y con el uruguayo al servicio del Deportivo Cali, Roberto ‘El Mono’ Álvarez, al que calificó como “una liebre”.

Huguet, a quien la Registraduría le quitó una ‘T’ a su apellido, se ufana no solo de haber sido parte del título del Unión Magdalena, también de ser actor de primer orden en la única participación del equipo en Copa Libertadores.

Lamenta la crisis de su amado ‘Ciclón’, del que dice “difícilmente volverá a quedar campeón”. No comprende por qué no tiene jugadores de la tierra, cuando antes eran silvestres y “nacían  como la verdolaga”.

En su casa de la urbanización Benjamín Alzate, en donde vive sin angustias gracias a su pensión ganada por su trabajo en la extinta Puertos de Colombia, Pablo Emilio Huguet, habló con EL HERALDO.

¿Cuéntenos que hay de su vida?
La llevo tranquila y sin sobresaltos, y con mucho más sosiego luego de una cirugía de corazón hace nueve años.

¿De esa paz en que vive, es factor clave las ganancias económicas que le dejó el fútbol?
No, no es así, cuando estaba en el Unión Magdalena era soltero y lo que ganaba de vaina era para medio sostenerme. Cuando pagaban un mes ya estaban acumulados hasta tres y cuatro. La cuestión era dura. Lo que tengo, es gracias a Puertos de Colombia.

¿Y siendo usted de tanto carácter y rebelde aceptaba que no le pagaran a tiempo?
Fíjate, que a mí era el que quizás más me abonaban, porque cuando el sueldo estaba demorado cargaba con la máquina de escribir de la oficina del club y salía a empeñarla, entonces, corrían para evitar que lo hiciera y decidían cancelarme algo más.

¿Qué clase de jugador era usted; cómo se dibuja?
Era marcador derecho, fuerte, recio, pegaba, pero sin mala intención. Yo no tiraba a matar ni a quebrarle la pierna a alguien. En esta posición si no eres metelón, seguramente por ahí será un colador, porque antes los equipos tenían su fortaleza en los punteros y el centro delantero, es decir, los que lanzaban desde el costado y el que la metía por el medio, por eso había que evitar que esto se diera.

¿Le tenían miedo los delanteros?
Yo sí sentía que me tenían temor, lo que pasaba era que habían atacantes de primera línea, por ejemplo Othon Dacunha, de Junior, era una culebra y Roberto ‘El Mono’ Álvarez, de Cali, una liebre. También el crack, Delio ‘Maravilla’ Gamboa.

¿Con cuáles delanteros tuvo más roces o enfrentamientos fuertes?
Con Dacunha, al punto que los barranquilleros no gustaban de mí porque cuando uno les tocaba un jugador de esa categoría, era prácticamente un delito. Él me quería poner de monigote y eso no me gustaba, porque a mi pagaban para jugar no para hacer de payaso. No señor.

¿Los árbitros ya lo tenían referenciado?
Si, de eso no hay duda. Tengo el récord de haber sido expulsado en todas las canchas del país, hasta en partidos amistosos. Recuerdo uno durante las fiestas de Magangué,  Bolívar, invitaron al Unión y al Junior a jugar y me sacaron del terreno, precisamente por darle duro a Dacunha. Es que siempre era con él.

¿Nunca le pegó a un árbitro?
No, jamás, sin embargo la gran anécdota que tuve fue con Omar Delgado. En esa época no se sacaba tarjeta roja sino que el referee se paraba delante de uno y señalaba con el dedo a la tribuna diciendo “te vas”. Delgado ya venía para encima con la intención y le agarré el brazo, ahí duramos forcejeando él por subirlo y yo por bajárselo. Al final desistió y me dijo,  “la próxima te echo” (risas).

¿Y qué fue lo que hizo para que Delgado lo fuera a expulsar?
Nada más y nada menos que le había pegado duro a Delio Gamboa, que entre otras cosas,  ya nos había hecho dos goles con Millonarios. Le di tan fuerte que lo recosté contra uno de los palos. Recuerdo que yo mientras agarraba el brazo de Delgado le decía: “Pero  por qué me vas a echar si él se cayó y se pegó solo” (risas).

¿Qué recuerda del título del 68?.
Lo mejor que me pasó como futbolista. Nadie daba un peso por nosotros, pero teníamos un equipo de pescaiteros (Yeyo Palacios, Pedro Vásquez, Mañe Manjarrés) y de paraguayos peores que nosotros en sangre. Por ejemplo, Obdulio Torres, no le pasaba nadie ni por arriba ni por abajo y Eugenio Samaniego, era un tigre de bengala.

¿O sea que era un equipo de fuerza?
Sí, recuerdo que cuando fuimos a jugar a Cali el partido de ida y ese estadio lleno, la gente en coro nos gritaba cuando salimos al terreno de juego: “Leeeñaaaaaa”.

¿Ve muy lejos un nuevo título del Unión?
Ufff, que si qué. Todavía está en la B y sin asomos de subir a la A. El asunto es de organización, pero también de pertenencia. Es que en el Unión no hay samarios, en cambio antes éramos 11 titulares y estaban otros 20 esperando afuera. El jugador nuestro nacía como la verdolaga.

Un mensaje a la juventud...
 El más sencillo y el más sano, que hagan deporte, pero que estudien. 

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