El Heraldo
Santiago Gamboa, autor también de la novela ‘Hotel Pekín’.
Cultura

“Una casa es el envoltorio del alma de cada quien”: Santiago Gamboa

El autor de ‘Perder es cuestión de método’ acaba de publicar la novela ‘Una casa en Bogotá’.

Santiago Gamboa regresa al género que más ha explorado: la novela. El autor bogotano publica esta historia bajo el título, Una casa en Bogotá. Esta obra cuenta la historia de un lingüista que adquiere una tradicional casa bogotana, que tras sus muros oculta varias historias. 

P ¿Cuándo y cómo comenzó la escritura de su más reciente novela ‘Una casa en Bogotá’?

R La escribí durante 2013, en mi casa de Roma. Acababa de estar en Bogotá, y con motivo de una sesión fotográfica volví a mi viejo barrio de infancia, el Calderón Tejada, en Chapinero. Ver de nuevo el parque y las casas alrededor, y sobre todo una de esas casas, la más bonita, me llevó a escribir sobre ella. Siento que la propia casa me invitó a recorrerla y a poblarla a través de la ficción.

P Al comienzo de la lectura de ‘Una casa en Bogotá’, por su título, pensé  que era una novela claustrofóbica, pero no lo es. ¿Cómo logró ese efecto?

R Bueno, las casas son espacios cerrados, pero como cada habitación da paso a una historia entonces se convierte en una enorme pantalla. Hablar de casas, por lo demás, es hablarle de cerca a cualquier persona. Todo el mundo tiene una casa que es el envoltorio de su alma.

P La novela se abre en una galería de personajes e historias que ocurren habitación por habitación. ¿Pensó que esta novela iba más allá de una casa en Bogotá?

R Bueno, mis novelas siempre tienen la pretensión de recorrer el mundo, como hace su autor. El planisferio es una de mis herramientas de trabajo, por eso lo tengo en mi mesa, al lado del computador. Mis viajes, esa escuela de soledad y de escritura que son los viajes, para mí, acaban por colarse en todo lo que hago.

P Siempre ha viajado mucho, ¿cómo es la casa o el hogar de Santiago Gamboa?

R Bueno, mi casa, esté donde esté, contendrá a muchas otras: los balcones de Delhi por donde se metían los micos, la terraza para leer de mi apartamento madrileño, el olor a café de las calles de Roma, los barcos cruzando el Sena de París. Mis libros y el estudio de mi esposa y los juguetes de mi hijo se han trasladado con nosotros a todas partes, y de cada parte nos llevamos siempre algo.

P   Las casas siempre han sido un referente en la literatura universal, ¿fue influenciado por algún autor al escribir esta novela?

R Por supuesto, el francés Georges Perec, La vida: instrucciones de uso. Es un libro que me fascina, en el que se cuenta la vida parisina a través de un edificio y los habitantes de cada apartamento. Es un libro de 1978. Creo que la literatura es simultáneamente tradición e innovación, y consiste también en hacer versiones propias de los grandes temas. Es, por cierto, una enseñanza del gran novelista Javier Marías. Toda su obra es un diálogo con las tragedias y sonetos de Shakespeare.

P ¿También ha trabajado el género del ensayo?

R Mi ensayo La guerra y la paz, refiere a la historia de esas dos palabras a lo largo de los siglos pasando por la literatura, las religiones, la filosofía o el arte, y que al final aterriza en Colombia, en nuestra guerra y nuestra probable paz.


P ¿Cómo ve el proceso de paz en Colombia?

R Creo que es un proceso que avanza a la velocidad normal y que sin duda llegará a buen puerto. Quienes quieren que vaya más rápido, es porque desean acabar con él. Hay mucho hipocresía en los que le “exigen” al proceso de paz otras velocidades, otros temas, otras consignas. Si el proceso incluye los problemas A, B y C, estos aguerridos patriotas saldrán a decir que por qué no está incluido D. Un modo de atacar el proceso de paz es pedirle cosas imposibles, y sobre todo culparlo de las consecuencias de la guerra, que sigue en marcha mientras se negocia. Pero todos sabemos quienes son y por qué lo hacen. Digo hipocresía y me quedo corto. Es una bellaquería anunciada.

P ¿Qué le gusta de la Costa Caribe?

R El Caribe es la región más bonita del país, pero también una de las que más sufre por la corrupción y la falta de cuidado político. Me gusta la cazuela de pescado, el “mangarita” de La Cueva, y desayunar en Narcobollo. Me gusta sentarme con mi amigo Heriberto Fiorillo a analizar la influencia de los carros Oldsmobile y Studebecker en la obra de Raymond Chandler. Me gustaría haber conocido un poco más a Ernesto McCausland y ver con más frecuencia a Marco Schwartz. Ahora que regreso a vivir a Colombia, el próximo mes de enero, me gustaría ir con frecuencia a Barranquilla. 

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