Córdoba

Silvio, el ‘hombre zoológico’ que imita sonidos de 105 animales

Este campesino de Puerto Nuevo, en San Pelayo, tiene un don excepcional, remedar, perfectamente, al burro, al perro, al gato y decenas de aves.

Haber nacido y crecido en el campo, recorriendo la zona rural del Urabá y Cerro Pando, jurisdicción de Ciénaga de Oro, Córdoba, ha sido el mejor premio de la vida para Silvio Doria Padilla.

Con su garganta imita a 105 animales, desde el burro, el caballo o la gallina hasta el pavo, el perro o el gato, así como a decenas de pájaros, que escuchó desde niño cuando hacía los mandados de la casa sobre el lomo de Chiquichá, el burro que la familia usaba para transportarse y arriar agua.

“Eso nació conmigo, fue un don de Dios que descubrí en el 88, cuando ya dominaba varios sonidos”, dice Silvio con cara de solemnidad. Y explica, con jocosidad, que siendo un niño imitó a un anciano y su tía Daris Padilla “se orinó de la risa”.

Recostado en un horcón sobre un taburete de cuero en la casa de sus padres, en el corregimiento Puerto Nuevo, en San Pelayo,  cuenta que a los 12 años ya memorizaba once sonidos de animales.

Hoy, a sus 40, en las provincias cordobesas lo conocen como el “Hombre zoológico”, porque sus sonidos animales no solo se limitan al ¡muuu! de la vaca o al rebuzno de un burro, sino que, con notable realismo, remeda de manera seguido el sonido de patos, loros, pájaros y otras especies como si se tratara de una granja en la que, de repente, la tranquilidad es interrumpida por la pelea de perros y gatos... todo lo hace con el prodigio de su garganta, su nariz y silbidos.

Silvio Doria es un artista de tarima, que no tiene apoyo de los gobiernos o de gestores culturales para expresar mejor su talento innato, poco común en la Costa.

De fiesta en fiesta. Es el show especial de fiestas patronales en pueblos cordobeses y se declara un “fuera de concurso”.

“No he ganado ningún premio porque, sencillamente, no tengo contrincante”, dice sin sonrojarse. Comenta que lo suyo son “presentaciones especiales” recorriendo festividades en Cereté, Valencia, San Bernardo del Viento, Sampués (Sucre), Cotorra, La Apartada, San Antero, San Andrés de Sotavento y otros poblaciones que su memoria olvida.

Padre de un bebé de cuatro meses, Miguel Ángel, hijo de los campesinos Francisco Doria y Olga Padilla, la de Silvio es una familia unida que sigue disfrutando de la capacidad innata del mayor de cuatro hermanos.

Las mañanas pelayeras en el rancho de los Doria las alegra él con sus gracias después de extenuantes jornadas, que comienza muy de mañana, a machete limpio en cultivos de algodón, maíz, yuca o plátano.

“Desde niño se le dio por imitar a los animales que escuchaba, él nació en el campo, en una finca pequeña, con ayuda de una partera”, relata su progenitora.

Mientras le prepara un café en hornilla, para esperarlo cuando regrese de arriar un maíz entre San Pelayo y Cereté, su mamá atribuye tal destreza al contacto con la naturaleza: “Donde vivíamos, en Urabá, había toda clase de pájaros y quizá por eso educó el oído”, señala doña Olga.

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