Y las barcazas ahí
¿Por qué siguen las 22 barcazas de la Drummond ancladas alrededor de su muelle de carbón en Los Alcatraces?, se preguntan pobladores y turistas de la zona.
Si desde principios de enero del 2014 no hay descargue de carbón por medio de barcazas a los buques fondeados por la empresa norteamericana frente a Ciénaga, ¿qué hacen estos planchones profundos todavía allí en fila india? ¿Para entrar en materia si se malogra el cargue directo del carbón a los barcos? ¿Para ser utilizadas en el transporte de cualquier otra cosa, o también de carbón, ahora que se revitalice el río Magdalena?
En todo caso, en abril de ese mismo 2014, el presidente Santos llegó contento y orgulloso con una buena nueva a Santa Marta. “La buena noticia, para todos los colombianos, pero sobre todo para los samarios y para los cienagueros, es que vamos a ver ese mar sin barcazas”. Claro que no dijo cuándo. Pero agregó, emocionado: “El mar de Santa Marta sin barcazas es un paso importantísimo en la tranquilidad visual y en el turismo visual de este mar tan bonito y tan excepcional que tenemos los colombianos”.
Un paso que lleva ya un año sin darse, Presidente, quizás porque todo es más lento sobre el agua.
El polvillo que soltaban esas barcazas al aire libre provocó durante dos décadas graves problemas de contaminación y de salud en los habitantes costeros.
Aún no se ha cuantificado con precisión el costo del daño ambiental y de perjuicios humanos en razón de la producción y exportación del carbón en Colombia, pero se sabe que, en la forma como se ha transportado en Santa Marta, los impactos en la salud humana y los ecosistemas marinos han sido graves.
Algunos estudios recomiendan monitorear el destino de los recursos que, por concepto de regalías, deben llegar a los municipios, donde los índices de calidad de vida se mantienen muy bajos.
Preocupa también el número de demandas judiciales, los hechos delictivos y el impacto cultural que ha tenido la exploración y explotación del mineral en los pueblos indígenas y las comunidades campesinas.
Los ferrocarriles que transportan el carbón a los puertos atraviesan con su ruido y su polvillo pueblos como Aracataca, la tierra de Gabriel García Márquez. Al Nobel le aseguraron que esos trenes retomarían su destino turístico, lo montaron en uno de ellos y nos ilusionaron a todos.
Durante las últimas décadas, la minería del carbón en Colombia adquirió gran importancia para la exportación a los Países Bajos. Poco a poco las protegidas playas del turismo fueron convertidas en muelles para exportar el mineral y por eso los turistas al volante se encuentran en las vías de la Costa con tantos camiones inmensos repletos de carbón. Los puertos carboníferos en la Costa se siguen multiplicando. Barranquilla es uno de ellos y hay iniciativas de nuevos montajes en la Isla de Barú y el Canal del Dique, en Cartagena. El sector turístico anda con el pelo parado. “Un puerto así sería devastador para la ciudad y el turismo”, dicen.
Y las barcazas ahí.
Rectifico: el sistema solar ‘Un litro de luz’ está en Barranquilla desde el año pasado. Ya han adecuado alrededor de 50 casas en Barranquilla y Malambo. ¡Qué bueno!
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