El Heraldo

Y la educación pública...

Es una excelente noticia la prioridad que el gobierno Santos le ha querido dar a la educación. No existe ningún análisis serio sobre América Latina y sobre Colombia que no encuentre en la mala calidad de la educación de esta parte del mundo, la explicación de muchos de nuestros males. En las más recientes declaraciones de Augusto de la Torre, economista jefe del Banco Mundial para América Latina y el Caribe, señalaba que ahora que esta Región entra en una fase de bajo crecimiento, el énfasis debe estar en el empleo y en la productividad, para no perder lo ganado en términos sociales. Sin embargo, con el tipo de educación que existe en la Región, “este propósito es muy difícil de alcanzar”, señaló.

Colombia ha hecho varios anuncios sobre el tema: más recursos fiscales que en defensa, 10 mil becas para los estudiantes pobres pero brillantes, propuesta que tiene tanto de ancho como de largo. Pero lo que más sorprende es que no se ha escuchado un compromiso claro con el tema que muchos, sin ser necesariamente expertos, identifican como elemento clave: mejorar los niveles de calidad de la educación pública.

El daño que causa esta educación pública que tiene Colombia es irreparable y además va más allá de sus efectos nocivos sobre la población pobre. Gracias a su pésimo nivel, las clases medias no mandan a sus hijos en la medida de lo posible a este tipo de instituciones sino que acuden a la educación privada. Para nadie es un secreto que los colegios privados de buen nivel no están al alcance de gran parte de este sector de la población. Vale más un pre- kínder de buen nivel que muchas universidades, lo cual impide que una familia de ingresos medios pueda asumir este costo; para no hablar de colegios de élite que son imposibles de alcanzar para familias que no pertenezcan el 2% más rico del país.

Por consiguiente, se generó una demanda para colegios privados de bajo costo y de muy mal nivel educativo. Por consiguiente, no solo están mal preparados los pobres que asisten a estos colegios públicos mediocres sino también los sectores medios que van a colegios de baja calidad. Este es el epicentro de la desigualdad.

Una mirada a municipios del Atlántico, donde la educación privada es mínima, la matrícula tiene la forma de una U invertida. Es decir, los padres hacen un esfuerzo para que sus hijos asistan a los primeros años; muchos niños entran tarde al sistema lo que genera el fenómeno de la extra-edad, pero la matrícula decrece en bachillerato. Como no ven estímulos para terminar este ciclo, bien por la no existencia de instituciones de educación intermedia o superior, prefieren salir al mercado de trabajo informal, como manejar todo tipo de transporte no legal que funciona en muchos pueblos del país, cuando no ven en actividades no ilícitas un mejor futuro.

En síntesis, si de verdad se le quiere dar a la educación una verdadera importancia, esta debe ser mejorar significativamente el nivel de la educación pública, desde la primera infancia hasta la universidad. La pregunta que necesita una respuesta es por qué no se le ha dado a este tema la absoluta prioridad que tiene. Una obvia, el mejoramiento de la educación pública es más costoso que las 10.000 becas y el resultado solo se verá en el mediano y largo plazo. Ese es el costo de meterle política a las decisiones.  

cecilia@cecilialopez.com

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