Mucho se ha hablado sobre la importancia de la innovación y su impacto en la competitividad empresarial, sin embargo, poco se ha dicho sobre los mecanismos de medición, y mucho menos sobre la validación de la información recolectada.

Uno de los casos de éxito en la medición de la actividad de innovación es la Community Innovation Survey (CIS) de la comisión Europea (Eurostat), que tienen más de una década de experiencia en la recolección de información sobre los componentes de innovación siguiendo al pie de la letra los manuales de Frascati y Oslo. Inclusive después de 14 años, siguen validando el proceso de recolección de información y las respuestas entregadas por los empresarios.

La medición de la actividad innovadora es una tarea compleja. Los empresarios, dueños del proceso de innovación, no conocen el lenguaje técnico de las encuestas y las terminan contestando de manera reactiva e instintiva, presentándose casos como el del empresario que dice que hace investigación básica o fundamental, asumiendo que el término “investigación básica” hace referencia a los procesos de innovación menos rigurosos o estrictos.

Del mismo modo, se encuentran casos donde las empresas indican haber innovado en bienes y servicios, haciendo alusión a la comercialización de bienes que antes no vendían. Esta tarea de medición se complica mucho más cuando la innovación se mide a través de la inversión, donde en la mayoría de los casos las empresas indican haber innovado a través de la compra de maquinaria y equipos. Esto más bien indica la necesidad de cerrar brechas tecnológicas y no la identificación de oportunidades para desarrollar proyectos de innovación. Como decía antes, la medición de la actividad innovadora es una tarea compleja.

Ahora bien, los instrumentos de medición de la innovación utilizados en la actualidad se centran en la innovación en productos, procesos, organización y mercadeo, dejando por fuera los nuevos modelos financieros y los nuevos modelos de negocio, siendo estos más importantes que la misma innovación tecnológica.

Por otra parte, tampoco miden la capacidad de la empresa para gestionar la innovación, identificar oportunidades de innovación en el mercado, desarrollar estrategias de co-creación, prototipar y testear invenciones, y mucho menos, diseñar nuevas estructuras laborales más acordes con las necesidades de los proyectos de innovación.

Se debe apostar al desarrollo de nuevos mecanismos que permitan identificar, no solo los resultados de la innovación, como lo hace la EDIT en Colombia o la CIS en Europa, sino también medir el nivel de madurez y cultura de innovación en las empresas. Esto permitiría diseñar estrategias públicas más acertadas y obtener impactos más reales.

*Profesor del IEEC, Uninorte.
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