Un tal Tales en Barranquilla
Hace dos semanas Barranquilla tuvo la oportunidad de servir de sede al Congreso Nacional de Filosofía. En las excelentes instalaciones de la Universidad del Norte se llevaron a cabo entre simposios, diálogos temáticos, plenarias magistrales y presentaciones de libros 460 eventos. Sí, 460, en torno a unos 50 temas, la mayoría de gran relevancia para la vida civilizada no solo académica, sino política, económica y ética en nuestro país y en cualquier comunidad humana. La amplitud de la agenda y la juventud de muchos asistentes y expositores testimonió la vitalidad de la disciplina y la vigencia de sus propósitos: el amor por el saber y la búsqueda indeclinable de la elusiva verdad, guiados exclusivamente por la luz de la razón.
Contrasta esa experiencia con un par de noticias publicadas en EL HERALDO esa misma semana. La primera destacaba en su titular la supuesta explicación de la salvación de la vida de un muchacho que fue arrastrado por un arroyo: “Pensé en mi abuela (ya muerta) y ella me sacó”. La otra informaba que un conductor se había salvado de morir aplastado por un contenedor y que las frases escuchadas a varios testigos eran del tenor de “no era su día” y “Dios metió su mano”.
Retrocedamos 2.600 años. Grecia era entonces, más que una tierra, un mar; Jonia, un estrecho territorio costero en el lado oriental de ese mar, hoy Turquía, y Mileto la ciudad de mayor actividad comercial y cultural de ese mundo griego en Jonia y punto de contacto entre variadas y avanzadas civilizaciones que el mundo había conocido. Allí nació Tales de Mileto, reconocido un par de siglos después por Aristóteles como el primer filósofo que mereciera ese título. Hasta ese entonces los dioses eran los responsables de todo lo bueno y lo malo que aconteciera a personas y pueblos. Tales comienza a dar explicaciones de principios del mundo natural “accesibles para todos aquellos que tengan razón y se atrevan a usarla”. Así se dice que enseñó a los marinos a orientarse de noche con las estrellas, que dio una posible explicación de la causa de las inundaciones del Nilo, que midió la altura de las pirámides basándose en su sombra y que predijo un eclipse de sol, entre otros logros intelectuales. Aristóteles consideró que Tales “desmitologiza” los procesos naturales; que “el conocimiento del filósofo apunta a ser exacto y universal y, sobre todo, conocimiento de causas; mientras el mito propone causas particulares para acontecimientos particulares” y que “el carácter individual del acontecimiento es el que el hombre primitivo experimenta con mayor fuerza”.
No basta, entonces, para deshacernos de esos reflejos atávicos, con que se reúnan en Barranquilla mil filósofos, se necesita que un millón de barranquilleros se atrevan, como Tales, a desechar la mitificación de todo lo que les pasa o les deja de pasar, para asumir con mayor responsabilidad su presente y su destino. Y, de paso, para no matarse la víspera.
rsilver2@aol.com
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