Un lumbalú de las víctimas
Con la llegada de Alan Jara a la dirección nacional de la Unidad de Víctimas se comienzan a evidenciar juegos políticos en las Unidades Territoriales. Pese a la excelente gestión de Arturo Zea en la Territorial Bolívar, Jara le pidió el cargo. No tiene sentido siquiera indagar sobre las razones. Así se mueve el negocio político.
La salida de Zea de la Unidad de Víctimas despierta una enorme inquietud en los líderes y lideresas de toda la jurisdicción. El viernes alistaron sus tambores y cantaron con dulzura un lumbalú. En Mampuján nuevo, el pueblo que se levantó después del retorno del desplazamiento masivo que dejó la masacre de Las Brisas, cerca de Marialabaja, bajo la sobra de unos almendros, las tejedoras –ganadoras del Premio Nacional de Paz– colgaron sus telares. Bajaron los líderes de la Alta Montaña, vinieron del Playón, de Cartagena, del Colectivo de Comunicaciones de Montes de María, de El Salado, y despidieron a Zea. Al fondo sonaba la voz de la cantadora Ceferina Bánquez con sus cantos ancestrales de Guamanga.
Los niños pequeños bailaban sin saber, a ciencia cierta, qué era lo que estaba ocurriendo. Toda la comunidad estaba allí reunida. Ofrecieron generosos pedazos de patilla y brindaron pescado guisado, gallina y arroz con frijolitos negros. Juana Alicia, la lideresa de las Tejedoras de Mampuján, le entregó al saliente director de la Unidad uno de sus telares, uno que elaboró especialmente para él. Otro líder, de otro rincón de Montes de María, reconoció cómo Arturo Zea había sabido enfrentarse a los violentos, con inteligencia y sabiduría, siempre del lado de la víctimas. Hubo lágrimas, abrazos, muchas palabras de agradecimiento, y le dieron a Zea la bienvenida a la vida de la sociedad civil. Era la comunidad la que mandaba, no había otro protocolo que el que ellos señalaban. Al final, un partido de fútbol bajo el caluroso sol de los pueblos de la zona norte de Bolívar y un abrazo, con el que le ratificaban a Arturo la amistad.
Zea fue Defensor Regional, dirigió la Comisión Nacional de Reparación, fue pionero de procesos de reconciliación, desde la Unidad trabajó incansablemente en los procesos de reparación, denunció injusticias y con valentía protegió a quienes estaban amenazados. Nunca tuvo problema en guindar una hamaca y pasar la noche en las veredas más alejadas. Le coloca un rasero alto al que venga a ocupar el cargo. Alan Jara tiene que ver qué hace. Las víctimas, además, estarán atentas. En mi vida he visto reconocimiento tan íntimo y cercano a un funcionario por parte de las comunidades. Merecido, sin duda. Jara tendrá que ser cauteloso, no entregarle el puesto a los mismos de siempre, a esos que tienen las manos manchadas de sangre por hacer comunión con el paramilitarismo, no entregárselo a los mismos politiqueros que cederán ante los intereses de los poderosos. Es mucho lo que está en juego y las comunidades lo saben.
@ayolaclaudia - ayolaclaudia1@gmail.com
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