A un instante de la felicidad…
Perder es ganar un poco, pero no cuando se trata de una afición apasionada al extremo como la del amado Junior de Barranquilla y de muy buena parte de la Costa Caribe. La ilusión del triunfo se fue antenoche en un instante, que, de manera increíble, desembocó en desmanes, riñas, muertos y heridos. ¿Qué tal que hubiésemos ganado?
Las cosas han cambiado mucho en nuestra región. Hace más de 20 años, la noche del 5 de septiembre de 1993, cuando la Selección Colombia derrotó a la de Argentina por 5 a 0, vivimos una gran fiesta aquí, pero en el interior del país más de 100 personas perdieron la vida durante lo que quién sabe quién puede denominar festejo.
Y en la Costa ya no estamos exentos de esa agresividad. El vandalismo y la violencia se encienden bien sea por el triunfo, bien sea por la derrota. No importa, un fracaso o un éxito parecen constituir el mismo detonante que lleva a destrucción de bienes públicos y privados, al robo y al atentado contra la vida de los congéneres, que inclusive hasta son hinchas del mismo equipo.
Y como en nuestra sociedad actual la agresividad es un rasgo admirado por la forma como la gente escala, triunfa o golpea, ahí va ese torrente llevándose todo lo que encuentra a su paso en diferentes escenarios.
No es un asunto exclusivo de fútbol, es de la sociedad en general enferma y con unas necesidades incontrolables de golpear o romper. Y no es tampoco tema de clases sociales, porque este es uno de los comportamientos más democráticos que hay, e inclusive en los sectores privilegiados se percibe de una manera diferente porque se oculta y se disimula muy bien. Los textos consultados sobre esta candente perturbación social señalan que la agresión es un comportamiento aprendido y es el resultado de la relación entre la gente.
En el mundo actual trabajar fuerte es una señal de agresividad que los entendidos califican como prosocial. Se trata de la ambición por el poder o el dinero y, por supuesto, del éxito. Se dice que los seres humanos somos agresivos por naturaleza, pero somos violentos o pacíficos según el entorno cultural y su propia historia. Y la nuestra, nuestra historia, la estamos tallando a punta de coñazos, como majaderos y salvajes. Abramos los ojos con lo que nos pasa.
Coletilla electoral: la mejor forma de que una democracia mejore y se depure es participando, y este domingo tenemos la opción de hacerlo mediante el voto. Hay que salir a ejercer ese sagrado derecho de escoger y de hacerlo bien, con todas las libertades que tenemos en la mayor parte del país. Vote por quien quiera, pero hágalo, no deje que elijan por usted, ni que cortinas de humo afecten su decisión, que no lo perturben, que lo violenten y haga lo políticamente correcto.
mendietahumberto@gmail.com
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