Trump
Cada cuatro años EEUU se debate entre el odio y la esperanza. Por el primero sufragan los conservadores –los republicanos-, herederos del Ku Klux Klan que se anclan al pasado, los miedos y los prejuicios. Los demócratas, en tanto, votan, con la mirada en el futuro, por el hombre libre y los derechos civiles. No son las ideas las que aglutinan a los seguidores de uno u otro partido: son los sentimientos. El corazón antes que la razón.
El republicano es un partido de ideas tan obsoletas, que –para sacudirse– cada cuatro años necesita de la batahola, del llamado a la intolerancia, de la locura mediática con tal de llamar la atención. Sus candidatos son payasos de circo. Como los concejales de Cartagena a quienes cada semana se les ocurre una imbecilidad mayor y no les importa hacer el ridículo, sabiendo que el fin justifica los medios y que, por más burlas e improperios, al final consiguen lo que buscan: publicidad.
La actual campaña por las primarias no ha sido la excepción aunque, más que campaña, habría que hablar de show en YouTube. Como detallaba Pablo Ximenez en su reciente columna en El país, “En las últimas dos semanas hemos visto al senador Rand Paul cortando una montaña de normas fiscales con una sierra mecánica para después prenderle fuego; Mike Huckabee ha dicho que el acuerdo nuclear con Irán pone a los israelíes “a las puertas del horno”; Ted Cruz ha llamado mentiroso a su propio portavoz en el senado; Lindsey Graham ha destruido su móvil a lo bestia en un video porque Donald Trump había dado su número en público. Y Donald Trump… en fin, eso.
Desde el discurso de confirmación de su precandidatura a la Presidencia en representación de los conservadores (perdón, de los republicanos), la lengua de Trump es cerillo encendido. Antes de su ataque contra el héroe de guerra John McCain, a quien criticó ¡por haber sido capturado en Vietnam! se había venido lanza en ristre contra los mexicanos (y, de paso, contra los latinoamericanos: no nos hagamos los pendejos que sus palabras tienen esta misma dirección).
En contra de un mercado de 55 millones de consumidores (17% de la población total de ese país -la mayor minoría étnica- de la cual los mexicanos suman 65%), Trump le habla a conservadores blancos empobrecidos que creen que los latinos han llegado a su país para apropiarse de su fuente de ingreso: así como es de estrecha su moral es de estrecho su raciocinio. Sin embargo –como el teflón de Uribe- Trump sigue imparable en las mismas encuestas (y mientras no haya elección los votos son las encuestas) que hace unas décadas dieron el triunfo a un ex actor de Hollywood igual de cavernario.
Trump causa tanta hilaridad que The Huffintong Post decidió que las noticias de su campaña sean publicadas en la sección Entretenimiento. Es lo que es él
–como el “concejal de la familia” y la pastora Piraquive–: una caricatura. De hecho, es idéntico a Pepe Cortisona, con todo y pelucón: “arribista, ambicioso, individualista y fanfarrón. Posa de galán con buena situación económica. Se tiene demasiada autoestima y trata de sacar pecho de paloma. Nadie se lo pasa porque es como una sopa de clavos”. Es decir, un bocato di cardenale para cualquier medio.
@sanchezbaute
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