Tres cosas de ciudad
¿Recuerda el barrio El Prado? De aquella urbanización, la más bella de Colombia, sólo quedan unas cuantas casonas regadas por el área tradicional. Las otras fueron demolidas, reemplazadas por edificios o compradas por empresas que las adecuaron en su interior como oficinas.
Una zona del Viejo Prado que aún parece sobrevivir, en medio del mordisqueo urbanístico de todos los días, es la que empieza en la calle del hotel que lleva su nombre hasta, digamos, el Teatro Amira de la Rosa, en especial el trayecto de las carreras 54 y 58, incluido el bulevar de Los Fundadores, que conserva en tan buen estado Gases del Caribe.
El domingo es un día único para disfrutar a pie esos alrededores, por una sola razón: porque en domingo nadie trabaja y el barrio residencial, transformado en comercial, puede descansar en silencio sus soledades. De modo que ese día encontrará usted amplios andenes para caminar y hasta podrá echar a andar un cochecito de bebé. Porque otra cosa es, de lunes a sábado, el viejo barrio. Que ni se le ocurra a usted aventurar sus pies por estos lares, porque automóviles y motos se lo impedirán. Y no me refiero a los vehículos que transitan por sus calzadas, de norte a sur, sino a los parqueados, apiñados sobre todos los andenes, antejardines y separadores del barrio. Lástima que las columnas no puedan mostrar fotografías, pero el separador de la 54, que va desde Bellas Artes al parque Santander, también conocido como ‘de los novios’, es un parqueadero público de motocicletas que sacan hasta a los árboles de su sitio para apretujarse unas con otras. Lo mismo en antejardines de distintas entidades, donde el mensaje resulta directo: favor pisar, con su automóvil, la grama.
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2. Construir un kilómetro de puente sobre el mar se toma un mes en cualquier parte del mundo. Pavimentar dos kilómetros de vías en Barranquilla puede llevar más de un año.
Es el caso de la ampliación de la carrera 51B, entre la circunvalar y la calle 87, con el agravante actual de que, a pocos meses de haber sido entregada la obra, 66 de sus losas se están quebrando.
El contratista repondrá los daños, es lo que procede y, de este modo, no aumentará el costo de la obra para el distrito; pero el asunto allí no se detiene porque, al hacerlo, prolongará el proceso de producción y, sobre todo, el perjuicio a los habitantes del sector, residentes y comerciantes afectados, en sus labores y en sus bolsillos, primero por el largo tiempo que se tomó la ampliación de la vía y, ahora, por la nueva demora en la entrega de la misma. ¿Cómo medir en tiempo y dinero este perjuicio colectivo, al que se suma el caos del tráfico vehicular generado en la zona?
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3. Hace cosa de días, Bellas Artes pintó de blanco las paredes de su casona, realzando su belleza. Hoy esas paredes lucen el maltrato visual de grafiteros que las embarrutaron con muñecos y letreros horribles e ininteligibles.
A mi me gustan los grafitis, pero los bien hechos. Los que han sido pintados por artistas, esos que alegran una ciudad con sus obras, no los que garabatean a oscuras su propia incultura, ignorantes del oficio.
También para pintar se necesita criterio. Tener algo que decir.
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