Todos desunidos contra el terrorismo
Todo el mundo está de acuerdo en que el autoproclamado Estado Islámico, Isis o Daesh es una de las mayores amenazas a la seguridad en estos tiempos. Son fanáticos que asesinan, violan y esclavizan, y que aterrorizan no solo a la gente en los territorios bajo su control en Irak y Siria, sino en ciudades como Ankara, Beirut, París, Bruselas, Bamako y Túnez, entre otros lugares del mundo. Lamentablemente, las muestras internacionales de dolor y rechazo común frente al Isis aún no se han traducido en unidad de acción. En vez de buscar una estrategia conjunta en la lucha contra los terroristas, los gobiernos involucrados en el conflicto van cada uno por su lado.
El presidente francés François Hollande reaccionó a los atentados en París como un perro rabioso, aumentando los bombardeos de los lugares ocupados por el Estado Islámico en Oriente Medio. Parece más un gesto de cara a la opinión pública en Francia, quizás deseosa de respuestas contundentes después del shock, que una estrategia bien planificada. Y ahora Hollande recaba apoyos de algunos de sus aliados, como Reino Unido. Mientras que otros europeos se muestran más cautos: Alemania se limita a reforzar las operaciones galas en Malí, mientras el Gobierno de España prefiere no moverse antes de la elecciones de diciembre.
Rusia por su lado está decidida a seguir apoyando a su aliado tradicional Bachar al Asad, presidente de Siria (donde Moscú mantiene su única base naval en el Mediterráneo) frente al Isis, que le contestó con el derribo de un avión de turistas ruso sobre el Sinaí egipto hace un mes. Por eso, la aviación rusa aprovecha los bombardeos para atacar también a las milicias opositoras a Asad. Para mayor confusión, Turquía abatió esta semana un cazabombardero ruso que supuestamente había violado su espacio aéreo. El gobierno de Recep Tayyip Erdogan está jugando un papel muy ambiguo en la zona. En teoría apoya la lucha contra los terroristas, pero se ha mostrado bastante tolerante en su frontera con Siria con el paso de personas que quieren sumarse al Isis, armas y petróleo, la mayor fuente de ingresos del Estado Islámico. Y es que Ankara teme que los éxitos militares contra el Isis de la minoría kurda en Siria den alas a los kurdos, que luchan por un estado propio en Turquía.
Finalmente, EEUU todavía insiste obstinadamente en que la guerra debe acabar con el régimen de Asad, al que además considera un enemigo en la zona por su alianza con Rusia e Irán. A estas alturas de la guerra, parece difícil imaginar que alguien diferente a Asad pueda restablecer cierto orden en Siria, por lo menos a corto plazo. Señalar que el mandatario sirio es un dictador resulta hipócrita dada la vuelta del pragmatismo de la Guerra Fría a las cancillerías occidentales. En Egipto, por ejemplo, Washington y Europa ya han aceptado el régimen brutal del general Al Sisi como mal menor y garante de estabilidad. Cabe esperar que todos los países que dicen combatir el terrorismo islamista se pongan de acuerdo para seguir una hoja de ruta común.
@thiloschafer
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