Nunca pensé que recordaría esta caracterización de Zygmunt Bauman de los tiempos que vivimos, autor que acostumbro a enseñar en mi curso de “Economía, Política y Sociedad” en Ciencias Políticas de la Universidad del Norte. Este autor, resumido acertadamente por Efraín Villanueva en Latitud del pasado domingo, siempre nos invitaba a desconfiar de la estabilidad de la supuesta modernidad que vivimos. A veces pensaba que eran especulaciones postmodernistas, pero no olvido nunca aquella obra de Marshall Berman que nos enseña que todo lo sólido se desvanece en el aire, ahora que la globalización ha mostrado sus efectos tectónicos desde los años 80s. Le toca a uno vivir, para ver las cosas más absurdas, que cuestionan la racionalidad de cualquier análisis político y económico.
Cuando ya se nos viene la inauguración de la presidencia de Donald Trump, la incertidumbre se apodera del mundo. Ver a un partido republicano, vocero de las teorías ortodoxas y neoliberales, apoyar el proteccionismo populista de Trump, y su posible impulso al déficit fiscal, a pesar que se pasaron ocho años saboteando a Obama, con el cuento del equilibrio fiscal, le deja a uno claro que lo que les interesaba era simplemente era el poder. El poder lo es todo. Lo demás no cuenta. El fin justifica los medios. Ahora, nuestros ideólogos de derecha en Colombia dicen que Obama era un iluso, retórico y que no se fijó en lo que sucedía bajo sus pies. Se niega lo logrado, cuando basta escuchar su discurso de Chicago de despedida, para dar cuenta de hechos de un periodo que sacó a su país del peligro de la depresión, y cosechó éxitos en la arena internacional, a través de la diplomacia y no los cañones. Fue saboteado por un Congreso republicano. Hizo lo que pudo. Pero al final dejó claro, que son los mismos ciudadanos l
os que tienen que generar los cambios, al participar y aprender a distinguir la verdad entre la basura que se esgrime en las campañas electorales. Ahora vemos un gabinete norteamericano formado por millonarios ultraconservadores, quienes no sabe uno a que horas se van a preocupar por los norteamericanos pobres que votaron por Trump. Ya van a recortar el plan de salud de Obama sin tener alternativa, dejando 20 millones de personas colgados de la brocha, y se apresurarán a bajarle los impuestos a Wall Street. De ahí el auge en la bolsa. Rugen los enfrentamientos económicos y militares con China, y mas leña al fuego se ve en el Medio Oriente.
En Colombia debemos aprender de esta experiencia de los Estados Unidos. Debemos entender que la lucha por la paz y contra la corrupción, debe pasar al centro de las coaliciones políticas, en un país donde los ladrones de Interbolsa y Premium ya están libres, algunos disfrutando “mansiones” por cárcel, y los estafadores de Astraval y Elite en libranzas, siguen tranquilos mientras se birlaron, en alianza con cooperativas corruptas, más de $1.5 billones de pesos. Y si a eso le añadimos lo de Odebretch, que viene desde la era de Uribe, sin duda, todo se disuelve y vivimos en verdad tiempos líquidos. Hay que espabilarse.
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