Tiempos de retos y de crisis
La entrevista del periódico El Confidencial a la analista italiana Loretta Napoleoni pone el dedo en la llaga, en los tiempos que vivimos: “La recesión económica es la madre de todas las crisis sociales de nuestro tiempo”… “Europa está resbalando hacia la misma situación previa al nazismo”. Estas palabras evocan claramente la obra de Karl Polanyi, La gran transformación (1957), cuando analizó todos los fenómenos de la postguerra en el siglo pasado, los cuales sucedieron a la época gloriosa de la globalización unida al patrón oro. Vino la crisis de 1929, y luego la gran Depresión y la II Guerra Mundial. Las grandes crisis generan fenómenos diversos, pero todo parece indicar que detrás del radicalismo de los sectores extremistas del Islam subyace la globalización acelerada que vivimos desde los años 80 del siglo pasado, con sus arrasamientos productivos, sus reducciones del rol del Estado, sus desregulaciones, su entusiasmo por los beneficios fáciles, y la creencia en el mito de la autorregulación exitosa de los mercados. Ello ha generado marginalidad y exclusión para miles de jóvenes en la misma Europa, los cuales sienten que no participan de los beneficios de la sociedad moderna. Una característica común de estos jóvenes frustrados es, sin duda, la precariedad del empleo, los bajos salarios y el sentimiento de exclusión a pesar de una buena educación. Son el caldo de cultivo de un radicalismo que le da sentido a sus vidas, a morir por Alá en sus países o en tierras extrañas.
Los gobiernos europeos han sido incapaces de sacar a Europa del estancamiento por estar atrapados en el discurso ortodoxo de la austeridad fiscal. Ante el desempleo rampante de los jóvenes, las salidas pueden ser el resurgimiento de movimientos xenófobos fascistas o el radicalismo islámico que se extiende por el mundo. En los países árabes, igualmente millones de jóvenes sufren las mismas frustraciones. América Latina a pesar de sus moderadas cifras buenas de crecimiento no será la excepción. La informalidad y la precariedad en el empleo cunde por todos lados. No basta la buena educación.
Los economistas siempre hemos sido optimistas frente al cambio tecnológico. Creemos que las nuevas tecnologías, si bien destruyen empleos, generan más empleos en otros sectores. Pero ello exige una economía que crezca dinámicamente, que no esté estancada, con crecimientos precarios.
Pero en esta Tercera Revolución Industrial, los avances en robótica y la digitalización creciente son incontenibles. Los gobiernos no tienen tiempo de ajustarse a las nuevas condiciones y quedan atrapados en la inercia de políticas públicas desfasadas. Aquellos empleos que puedan ser eliminados serán eliminados. Todo lo que pueda ser digitalizado será digitalizado. El cambio tecnológico amenaza incluso al sector de los servicios, con tercerización y offshoring a otros lugares del mundo más baratos. El crecimiento de la educación on-line amenaza incluso a los profesores universitarios, a pesar de su calidad cuestionable.
Para nuestro país y nuestras regiones, ello plantea retos que no se pueden enfrentar solo con obras de infraestructura, familias en acción y subsidios. Implica rediseñar políticas a nivel del empleo y la transformación productiva que nos prepare para estos cambios.
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