Tambores de guerra
La arrogancia de las Farc es infinita. A regañadientes reconocen que secuestraron al general Rubén Darío Alzate, al cabo Jorge Contreras y a la abogada Gloria Urrego, secuestro (“retención”, según el eufemismo fariano) que tiene en jaque el proceso de paz. Aunque es válido preguntar qué hacía un general de la república, sin escoltas y de civil, en una zona tan caliente como el Chocó, tal línea de argumentación disminuye la responsabilidad del secuestro sobre las Farc y la acentúa en las víctimas.
Es el argumento barato de “¿quién lo mandó a meterse allá?” Equivale a la tesis que responsabiliza a las mujeres de su violación por vestirse provocativamente.
En estos puntos no hay que andar con rodeos: la responsabilidad única y exclusiva del citado secuestro recae en las Farc. Son ellas, pues, quienes deben proteger la vida e integridad de todos los plagiados y retornarlos sanos y salvos lo antes posible para que se reanuden los diálogos y se cumpla su cacareado pero incumplido compromiso de renunciar a la abominable práctica del secuestro como arma de guerra.
Entretanto, sorprende ver cómo un gran sector de la población colombiana se alegra con la decisión de Santos de suspender los diálogos de paz. ¿Serán los casi siete millones de votos del uribismo de las pasadas elecciones presidenciales? Hay unos que sueñan ya con que suenen nuevamente los tambores de guerra y se rompan definitivamente las negociaciones de paz. Es indudable que el país está profundamente polarizado entre quienes le apuestan al proceso de paz en Cuba con todos sus bemoles y vicisitudes, y quiénes creen que a Santos le ha faltado mayor firmeza frente a las Farc y, en su afán reeleccionista, cedió demasiado en muchos frentes. No obstante, es muy fácil hacer alarde de la guerra cuando esta se pelea en cuerpo ajeno, con los hijos ajenos y no con los propios. Siempre es mejor insistir hasta agotar la opción de los diálogos que agitar la peligrosa bandera de la opción armada.
Personalmente no creo que el proceso de paz se vaya a acabar por el plagio del general. Es muy probable que las Farc lo liberen en las próximas horas o días, ante la presión presidencial y de la comunidad internacional que observa que el balón está en cancha fariana. Sin embargo, estoy convencido de que en las negociaciones debe pisarse el acelerador a fondo para que se llegue a acuerdos tangibles y concretos. No más borradores vagos y etéreos. Entre los temas más espinosos está el de la alternatividad penal para los líderes de las Farc, quienes han reiterado hasta el cansancio que no quieren pagar ni un solo día de cárcel, no están dispuestas a entregar las armas y, además, pretenden cínicamente que sus víctimas sean reparadas con recursos del Estado, es decir, con los impuestos que pagamos todos, pero no con su platica malhabida.
En este sentido, el palo en la rueda de la paz está en el Estatuto de Roma, pacto firmado por Colombia, que establece la obligación del Estado de investigar y castigar con cárcel (no conmutable) los delitos de lesa humanidad cometidos por las Farc. Y aquí la guerrilla (incluido el ELN) sí que tienen un verdadero y largo prontuario que incluye conductas criminales cometidas en forma masiva y sistemática contra la población civil, tales como secuestros, reclutamiento de menores, toma de pueblos a punta de cilindros-bombas, siembra de minas antipersonales, y prácticas abortivas a las mujeres reclutadas. No pueden las Farc, en su cinismo insultante, pensar que por arte de birlibirloque pasarán de la comodidad de La Habana al Congreso sin pagar por sus crímenes. Sería pedirles demasiado a sus víctimas y al pueblo colombiano.
aamolina5@hotmail.com
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