El lunes 2 de enero salimos de Cartagena. Once días y cuatro mil kilómetros después escribo estas líneas desde Trujillo, tercera ciudad del Perú y capital regional del Norte del país. Una muestra de los espectaculares paisajes, delicias gastronómicas y maravillosa gente que hemos encontrado en el camino la hemos compartido en twitter (@suramericapunta) y en Instagram (@suramericadepuntaapunta). Para escribir me limitaré entonces a los pensamientos que la brisa de la carretera nos sopla.
El trayecto por Colombia estuvo marcado en su mayor parte por el río Magdalena. Unos días antes habíamos pasado el puente en Barranquilla y ese lunes pasamos el de Plato y luego el de La Dorada para llegar a dormir a Honda, la capital ribereña del interior del país. Al día siguiente, antes de emprender viaje nuevamente, pudimos visitar el Museo del río, excelente trabajo historiográfico y punto obligatorio para todo visitante de la ciudad. Ojalá los escándalos de Odebrecht no den al traste con el proyecto que promete retornar de la nostalgia al progreso a muchas poblaciones. Al final de la tarde pasamos por el borde de las generadoras eléctricas de Betania y el Quimbo y al día siguiente, en San Agustín, nos topamos nuevamente con el río en el estrecho del Magdalena. Un paraje sorprendente para cualquier barranquillero, en que el río, apenas naciente, pasa por un cauce de solo dos metros de ancho horadado durante miles de años entre una formación de surrealistas rocas negras gigantescas.
Superado el impacto de la belleza natural de la Laguna de la Cocha, y de la belleza topográfica y arquitectónica del Santuario de Nuestra Señora de Las Lajas, entramos al Ecuador. Aquí las sorpresas iniciales estuvieron a cargo del cementerio de Tulcán, con su exótico arte de la poda en escultura verde sobre arbustos vivos y de la colorida ebullición del mercado indígena de Otavalo. Pero la sorpresa mayor nos la dieron las carreteras. Entre Tulcán y Quito más de la mitad del recorrido está en doble calzada y en algunos tramos cada calzada tiene 3 y hasta 4 carriles. Los peajes están distanciados en promedio unos 60 kilómetros y cuestan 1 dólar, o sea 3 mil pesos. Cuando la calzada es sencilla, aunque siempre en buen estado no hay peajes. En Colombia los peajes están casi a la misma distancia pero cuestan entre 8 y 9 mil pesos, o sea el triple, sin contar con algunas aberraciones como la vía de Ciénaga a Barranquilla que cuesta 21 mil pesos en 45 km y todo en calzada sencilla. De los 2.500 km que recorrimos entre Punta Gallinas y Rumichaca hubo menos de 150 km en doble calzada. Ah! y en Ecuador cuando es doble calzada no cobran peaje. Le dejo a los amigos de la CCI la tarea de buscarle explicaciones a tan abismal diferencia. Hasta la próxima.
rsilver2@aol.com
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