¿Soy capaz?
Hace poco la moda era bañarse con cubos de hielo. Ahora, la empresa privada matonea al querer obligarnos a confesar que somos capaces de apostarle a la paz. ¿A cuál paz, si este país esta cruzado por el odio? Leo en el periódico que “Una empresa de licores inscribirá en la etiqueta de su producto: “Soy capaz de brindar con mi rival”. A las personas nos definen las acciones, no las palabras: ¿brindará Santos con Uribe? Si no es capaz de hacerlo, ¿por qué exigen a los demás que lo hagamos?
No es que el delfín se tome una selfie frente a una foto (pura cortinita de humo). Es que el papá estreche la mano de su peor enemigo. De lo contrario, dejemos de pendejear con el pajazo mental de que la paz vendrá con una firma en La Habana. Si vamos a perdonar, basta de marchitas de apoyo al gobierno y perdonemos todo: guerrillos pero también paracos; gais, pero también heteros; curas, pero también ateos; negros, pero también blancos; ricos, pero también pobres. ¡No más odio por ideología, orientación sexual, religión, clase social, color de piel o lo que sea!
Mientras el odio siga siendo un negocio tan lucrativo, no vale la pena seguir prostituyendo esa palabra –paz– que, al igual que Dios, se invoca para justificar cualquier acción de la que se espera un interés. La guerrilla, las autodefensas o los militares se han enriquecido con este odio, pero también medio país. ¡Comenzando con el periodismo! O acaso, ¿no hay tantos que se van de lengua solo para nutrir su audiencia? No se puede generalizar, pero tampoco desconocer a esos periodistas que utilizan sus tribunas con afán pirómano para luego poder cobrar más. Pero es lo que adora el pueblo. Llevado por el odio, la envidia y el resentimiento, aplaude a los que usan cualquier pretexto para ‘ofender’ y se autonombran “valiente” o “sincero”.
No solo las Farc merecen una segunda oportunidad, sino también el resto de país que sigue disparando a quien no considera “gente de bien”. Pues bien, gente de bien, como me contó un sicario dentro de la investigación que hice para Comando Élite, es la señora que vive en el Chicó y lo contrató “para que asesinara al violador de su nieta” o el dueño de un local en Hacienda Santa Bárbara que le pagó “para volver muñeco a su vecino de local porque se negó a conciliar por una grieta en la pared”; gente de bien es la rectora de un colegio que matonea a sus alumnos hasta llevarlos al suicidio porque no comulgan como ella; gente de bien es la psicóloga del Gimnasio Castillo Campestre, para quien la homosexualidad sigue siendo un delito, cuando en realidad la del trauma es ella. Todo el mundo aquí se cree “gente de bien”; pero no lo es, al que se juzga como enemigo.
La paz no es buscar que los demás perdonen a mis amigos sino que cada quien perdone a sus enemigos. Lo demás no es más que blablablá.
PD: Crecen las quejas por el caos vehicular y auditivo de parranderos que hacen de las calles vallenatas, especialmente alrededor de La Fuente, una caseta pública. ¿Acaso no hay allí alcalde? ¿Tampoco comandante de la Policía o secretario de Tránsito? ¡La plata gastada por Socarrás en lavado de imagen personal debería invertirla en autoridad!
@sanchezbaute
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