Sin exagerar
Los medios de comunicación de Colombia suelen ser hiperbólicos, a veces para vender usando titulares rimbombantes, y otras porque no son capaces de sustraerse de la ingenuidad que determina nuestro talante de sociedad juvenil.
Esa tendencia a la exageración se ha manifestado, sobre todo, en dos manías: la calificación de un hecho corriente como ‘histórico’ y la designación intempestiva de una persona sin ningún mérito, como candidato a la Presidencia de la República. Abundan los ejemplos de esta especie de hinchazón del juicio de la prensa nacional; perderíamos la cuenta de las veces que se ha usado la palabra ‘histórico’ en titulares de prensa o cabezotes de noticieros; y qué decir de las decenas de presidenciables cuyas virtudes se limitan a haber pronunciado dos o tres frases ingeniosas a propósito de una circunstancia de esas ‘históricas’.
Pues bien, como muy pocas veces, ha ocurrido algo en nuestro país que puede catalogarse como verdaderamente histórico, y cuyo principal protagonista reúne las condiciones necesarias para ser presidente: el acuerdo final con las Farc.
Ya no es necesario exagerar. Ya no es preciso escudriñar para encontrar debajo de las piedras lo excepcional de un hecho corriente. Ya no se tiene que disfrazar de presidente anticipado a un cualquiera que sale bien peinado en la foto afortunada.
Por un lado, el final de las conversaciones de La Habana es, de verdad y sin las comillas, uno de los acontecimientos más determinantes de la historia de Colombia, porque supone, no solo la terminación de una confrontación armada trágica, absurda y vergonzosa, sino porque lo que se ha pactado implica el abordaje profundo e inaplazable de las razones fundamentales de nuestra miseria.
Por otra parte está el protagonista, el hacedor, el artífice, Humberto De la Calle, quien condujo las negociaciones en representación del gobierno, es decir como vocero de la sociedad, con seriedad, con decencia, con inteligencia, con prudencia; lejos de las cámaras, renunciando a las promesas incumplibles y a las exhibiciones gratuitas, austero, sereno, sensato. Es un tipo que cuenta con dos virtudes que no suelen tener nuestros políticos: es un estadista y es un escéptico. Eso le permite actuar con decisión y sabiduría sin caer en la trampa de las ensoñaciones mesiánicas. (Todo eso sin contar con que siempre contesta lo que se le pregunta, lo cual es ya una buena señal en cualquier político profesional). De la Calle sería un buen presidente, sobretodo si el objetivo es consolidar y defender de los depredadores lo que ya se ha logrado.
Los medios deberían aprovechar esta oportunidad que les brinda el destino para saciar, esta vez con todas las razones de su lado, su sed de usar la palabra ‘histórico’, tantas veces prostituida en el pasado, y para empujar, desde editoriales y foros y crónicas y titulares, la candidatura presidencial del principal responsable del comienzo de la paz.
Jorgei13@hotmail.com
@desdeelfrio
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