Señales preocupantes
Aunque uno entiende que todo ministro de Hacienda tiene que manifestar optimismo ante la situación económica del país, por aquello de las expectativas, las cuales, según Keynes, definen las acciones que caracterizan el “espíritu animal” de los empresarios, el cual empuja la inversión, no deja de causar preocupación entre los analistas económicos del país el cambio de la economía colombiana en materia de su desaceleración económica. Lentamente, se le está formando al Gobierno una ‘tormenta perfecta’ que combina las luchas sindicales y gremiales de varios sectores de la población, con la estrechez fiscal que tal coyuntura genera.
La alarma cunde porque lentamente la inflación se acelera a un ritmo anual superior al 4%, una caída del crecimiento esperado del PIB en este año al 3.4%, e incluso muchos creen que no será ni del 3%. Mientras la Eurozona se recupera lentamente, Estados Unidos sigue creciendo a tasas bajas y el Japón parece salir de su estancamiento crónico, China sigue su proceso de ajuste y Brasil camina rumbo al estancamiento. Los signos de la América Latina son de bajo crecimiento, y crecer nosotros a tasas ‘superiores’ que apenas llegan al 3% es un consuelo cuestionable. Similarmente, los índices de Confianza del consumidor de Fedesarrollo indican caída de las expectativas, aunque con diferencias regionales. El sector exportador sigue cayendo ante la crisis petrolera y minera. El posible levantamiento de sanciones a Irán podría aumentar la oferta petrolera en forma importante, pues antes de las medidas restrictivas, Irán exportaba más de 2.5 millones de barriles diarios, y hoy apenas exporta un millón de barriles. Por ello, los anuncios de los acuerdos con Irán cambiaron la tendencia algo alcista del oro negro por la crisis política del Medio Oriente de las últimas semanas, llenando de preocupaciones a un sector que en Colombia ya se encuentra muy deprimido.
Ahora se estima que si la contracción externa continúa, el déficit en cuenta corriente (Exportaciones de bienes y servicios –Importaciones de bienes y servicios+ pagos netos al exterior por servicios financieros) podría llegar al 5% del PIB, lo cual aumentaría la presión sobre la tasa de cambio, con el agravante que la devaluación del peso no impactaría en el corto plazo las exportaciones. Además, muchas empresas endeudadas en dólares ya están sintiendo los rigores de la devaluación del peso.
Por esto, no extraña la preocupación del Gobierno por la pronta entrada de la ‘ley de garantías’, pues congelaría sumas importantes de inversión pública a todos los niveles del Estado, hasta el mes de octubre, convirtiéndose en un factor recesivo al frenar la inversión pública. El problema es que ante la dinámica de la mermelada en los territorios resulta difícil que el Congreso apruebe la reforma a la misma, por los temores políticos frente a la maquinaria oficial.
En este escenario, las luchas sindicales de los trabajadores del Estado se enfrentarán a un gobierno con fuertes restricciones en el gasto ante la caída de los ingresos públicos. El fenómeno no se reducirá al Gobierno central, sino que afectará también a los territorios, en sus planes de cofinanciación de proyectos de inversión ante la parálisis que implica la ‘ley de garantías’, que al final poco garantiza.
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