El Heraldo

Ruge Barranquilla

Aquí estoy, en Hong Kong. Sobreviví nuevamente a uno de los grandes miedos que creo me acompañarán por el resto de mis días, los aviones, y –después de haber pasado por lo que el pánico traduce como milagro de supervivencia– pareciera que la vida fluye serena y generosa. Tras una experiencia de estas se acrecientan los deseos de estar vivo, se reavivan los sentidos, se arrebatan las euforias. Una repentina sabiduría arrasa con la maraña de necedades que nos ocupan y atinamos a entrever, una vez más, que hasta los suspiros son una fatalidad.

Por aquellos mandamientos del amor filial hoy estoy aquí, en Kowloon, una de las tres grandes regiones que conforman el territorio de Hong Kong, centro financiero de Asia. Como no sea el olor del salitre que insistimos en encontrar quienes crecimos cerca del mar, o el acre aroma del stinky tofu, una comida fermentada que les gusta a los hongkoneses y se fríe por las calles, Hong Kong no tiene un olor particular. En cambio tiene un rumor característico. Como todo organismo vivo, la urbe ruge incesantemente debido a su dinamismo y a su constante proceso de expansión y transformación, consecuente con su imagen vanguardista, próspera y fascinante. La densidad de población en un reducido espacio condujo a Hong Kong, sin desproteger su patrimonio histórico y cultural, a adoptar un modelo de vivienda vertical que resuelve excelentemente problemas ambientales como áreas verdes, basuras, contaminación y congestión, y que haría enmudecer a los enemigos de los incipientes proyectos inmobiliarios verticales que se proyectan en Barranquilla. Así pues, frente a los retos que ha enfrentado una urbe colosal como la asiática, los retos de Currambita se ven realmente pequeños, y la falta de voluntad política y compromiso ciudadano, gigantescos.

Hace casi cuatro años estábamos alarmados en razón del Impuesto de Valorización II con cuyos aportes –según el Plan de Desarrollo– florecería Barranquilla, y a la manera de Benedetti le propuse a la alcaldesa “hagamos un trato/yo quisiera contar/con usted/es tan lindo/saber que usted existe/uno se siente vivo/y cuando digo esto/quiero decir contar/aunque sea hasta dos/aunque sea hasta cinco…” Entonces todo eran meras ensoñaciones de gobernantes recién nombrados fundamentadas en exigencias tributarias a ciudadanos defraudados, y un aguacero de críticas caía sobre la impasible mandataria. A pocos días de concluir el período administrativo del actual gobierno, y puesto que para entonces no podré hacerlo, no sé si ha sido hasta cuatro o hasta seis, pero creo que no hay duda de que sí contamos con la alcaldesa y avanzamos en la construcción de una ciudad en la cual la transformación social, la recuperación del espacio público y el manejo de los recursos mejoraron la calidad de vida y devolvieron la confianza, y con ello la posibilidad de iniciar una nueva era inversionista. Sin embargo, la mejor gestión de la alcaldesa, reconocida observadora de los modelos de desarrollo de los países asiáticos, ha sido, a mi parecer, poner a la ciudad a pensar en grande, su obstinación por enseñarle a rugir a Barranquilla. Un feliz 2016 a mis lectores.

berthicaramos@gmail.com

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