El Heraldo

Recuerdo de Clara Gasparoni

Cuando era niña, en preescolar, tenía la costumbre de escaparme de las clases para jugar con Lulú, una cocker spaniel color miel que vivía en el apartamento de la dueña del colegio, que quedaba en el segundo piso, subiendo una escalera de madera. En la sala había una pecera que a mí me parecía gigante, con varios peces bailarinas y uno de esos negros de ojos saltones que parecen tener piel de terciopelo. Mi pre-escolar quedaba en una gran casa blanca con un árbol de flores rosadas en el frente, en la 59, abajo de la 72. Su dueña y fundadora era la filósofa y educadora Clara Gasparoni, fallecida esta semana en Italia.

Clara Gasparoni llegó a Colombia con su familia en 1946 y en 1966 fundó el colegio Rosa Agazzi, que dirigió hasta que regresó a su país natal en 1999. El Rosa Agazzi, que cerró en 2005, llegó a tener hasta 300 niños y niñas y alrededor de 20 profesores o profesoras en sus aulas. Los cursos llegaban hasta preparatorio, pues Gasparoni quería concentrarse en la educación a la primera infancia. Diseñó una cartilla para aprender a escribir (‘Gotica’) y su estilo educativo se caracterizaba por hacer énfasis en cada niño o niña como individuo, y desde ahí hacer una educación personalizada en cuyo diseño también participaban los y las estudiantes. Gracias a ese respeto por la individualidad mis recuerdos del Rosa Agazzi están llenos de libertad, no me sentía obligada a estudiar o quizás era que podía ir a mi ritmo, me dejaban subir a jugar con la perra y entendían mis ritmos para aprender y estudiar.

Clara Gasparoni fue una amiga cercana del reconocido profesor Assa y recibió la medalla al mérito educativo Camilo Torres. Quienes la conocimos podemos hablar de su compromiso, paciente y permanente con la educación, y me atrevo a decir que no soy la única exalumna que recuerda con cariño al Rosa Agazzi. No es solo por lo románticos que son los recuerdos de la infancia, es, sobre todo, porque las buenas profesoras le dejan a uno una inspiración para ser mejor, y esto lo que yo más recuerdo de Doña Clara.

En un momento en que el país discute (casi que por primera vez) sobre los contenidos que debe tener la educación infantil, los valores que habremos de enseñarle a la niñez colombiana y sobre qué información necesitan las nuevas generaciones para construir su proyecto de vida, el ejemplo de Clara Gasparoni debería ser un faro en la discusión. El Rosa Agazzi era un pre-escolar que no trataba a los niños y niñas como potenciales autómatas o como mascotas, allí éramos personas, cada uno un universo específico, con una manera de ser. Nos alentaban, con afecto, a desarrollar nuestro potencial académico y también nuestra propia personalidad, en vez de meterla en una caja para estandarizarla. Ojalá que en Colombia elijamos una educación que celebre, respete, valore y quiera a cada niño o niña en su individualidad.

@Catalinapordios

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