El Heraldo

Propósitos para el 2014

Recuerdo solamente que he olvidado el acento de las más amadas voces, / y que perdí para siempre el olor de las frutas de la infancia, / el sabor exacto del durazno, / el aleteo del aire frío entre los pinos, / el entusiasmo al descubrir una nuez que ha caído del nogal. / Sortilegios de otro día, que ahora son apenas letanía incolora, / vana convocatoria que no me trae el asombro de ver un colibrí entre mi cuarto, / como muchas madrugadas de mi infancia.”

Podrían las palabras de Darío Jaramillo Agudelo enmarcar un propósito trascendental para el año que comienza: recordar de qué materia estamos hechos. Reservar unos minutos al cabo del estropicio arrebatador del final del año, para entender cómo se enlaza ese hilo imperceptible que sostiene diariamente el placer de sentirse vivo.

Que no es la vana convocatoria del dinero, que no la extrema consagración por un trabajo, que no el fuego fatuo de la fama, que no las ciegas militancias políticas,  que no el fanático acatamiento a las religiones, que mucho menos los espejismos de la belleza.

La materia que le da significado al forzoso transcurrir de nuestros días es un amasijo de afectos y de recuerdos. Cuando uno se desconecta de los apegos y los amores, de los saberes y los ardores, de las urgencias y las dolencias, lo que queda es un armazón de carne y huesos movido por un ejército de células obedientes a códigos genéticos, a procesos metabólicos, a caprichos moleculares y a milagros energéticos; una vez que el olvido se interpone entre el mundo y uno, ya no importan los días de la semana, ni la muerte de Diomedes, ni la visa americana, ni el desplome de Interbolsa.

Nada diferencia a Margaret Tatcher de Bertha Ramos, a Nelson Mandela de José Stalin, o a Amparo Grisales de Piedad Córdoba.

Nada significan la reelección, ni la inflación o la extradición, y mucho menos los argumentos de la oposición. Cuando a un adulto mayor le llega el olvido, o conforme al deterioro cualquier otra enfermedad, para ayudarlo en el tránsito de alcanzar la vida eterna -salvo en casos excepcionales- solo cuenta con el afecto de la familia. Los afectos hacen parte de las complejas estrategias establecidas por el instinto de conservación de la especie humana.

Recientemente, y luego de más de 30 años de control al crecimiento demográfico, la Asamblea Nacional Popular de China acordó flexibilizar la política del hijo único que cobijaba a las parejas urbanas, concediéndoles que, en caso de que uno de los cónyuges sea hijo único, puedan tener un segundo hijo a partir del 2015.

Una pavorosa política soportada estoicamente por un pueblo durante largo tiempo, que sirve para reflexionar, en el ejercicio obligatorio de conciencia que conlleva la llegada de un nuevo año, en que la materia que nos mueve es el amor; basta mirar a quienes escarban en la memoria tratando de rescatar algún fragmento que los conecte con el mundo, para saber que dependemos del amor y los recuerdos originados al interior de una familia. Que sea el fortalecimiento de ella un propósito primordial del 2014. Feliz año para todos mis lectores. 

berthicaramos@gmail.com

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