Pre-sí-pitados
¿A qué le hacen campaña quienes, desde ahora, promueven el voto por el ‘sí’ en el plebiscito? Uno puede entender que haya quienes defiendan el ‘no’. Una ciudadana, por ejemplo, que se oponga categóricamente a negociar con terroristas, podría decir, sin conocer los acuerdos, que rechaza a priori cualquier concesión. Pero quienes aprueban la negociación con la guerrilla solo pueden, a lo sumo, defender la negociación como mecanismo para llegar a un acuerdo. Sería irresponsable ir más allá y decir que ‘sí’ a algo que no se conoce aún en su totalidad.
No obstante, muchas fotos de perfiles en redes sociales ya tienen superpuestas una bandera de Colombia marcada con el ‘sí’, y más de un político le está haciendo campaña: desde la extrema izquierda bajo el parasol del Foro de São Paulo hasta partidos señalados en el pasado por vínculos con paramilitares. Una columna de Laura Gil en El Tiempo anunciaba: “Me declaro a favor del sí a secas, sin dudas y sin calificaciones”. Parece que una comprensible oleada de optimismo —o de insulina, según el caso— les hubiera hecho olvidar un fundamento de esta negociación: “nada está acordado hasta que todo esté acordado”. Un político, un periodista, una columnista, tienen la responsabilidad frente al público de explorar las consecuencias de sus posiciones. Renunciar a las “dudas” y las “calificaciones” es, sencillamente, renunciar a pensar.
Y eso es grave porque, más que nunca, en este acuerdo de paz con las Farc el diablo estará en los detalles. Quedan muchas inquietudes que cuatro años de negociación no han resuelto, y que no son menores. ¿Cómo se escogerán los jueces del tribunal que juzgará a los actores del conflicto? ¿De qué mecanismos dispone el Estado para asegurar que los culpables de delitos atroces cuenten la verdad sobre sus crímenes? O, dicho de otro modo, ¿si no funciona la justicia ordinaria, qué nos hace pensar que la Jurisdicción Especial para la Paz sí funcionará? ¿Cómo será la participación en política de la guerrilla: cuántas curules gratuitas tendrán, y por cuánto tiempo? ¿De dónde saldrá el dinero para reparar a las víctimas? ¿En qué manos quedará la vasta burocracia del posconflicto? ¿Por qué es necesaria la presencia de soldados cubanos para verificar la desmovilización? Y una duda, una calificación, que cada día cobra más urgencia: ¿cuánto costará todo eso?
Es vital aclararlo, pues los proyectos no se hacen realidad a punta de buenas intenciones, sino de recursos. La economía de los hogares colombianos ya está sumamente estirada por los costos que le impone a la sociedad un Estado burocrático, corrupto e ineficiente. El fin de la bonanza minero-energética nos empuja hacia una reforma tributaria que se anuncia severa, sobre todo para las clases medias y bajas. Las perspectivas de riesgo del país se han desmejorado, mientas que la inflación sigue subiendo. Las empresas se encuentran asfixiadas por los impuestos. A esa situación agobiante pronto le encimaremos todo tipo de gastos y obligaciones adicionales.
Por eso insisto en preguntar: ¿qué cosa promueven quienes desde ya, sin conocer la letra menuda de los acuerdos, abogan por el ‘sí’? ¿Confiaría usted en un abogado que lo invitara a firmar un contrato sin haberlo leído del todo?
@tways / ca@thierryw.net
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