El Heraldo

Pongamos a los contendores de bis a bis

No se crea ni por un instante que el autor de esta sección se molesta cuando recibe cartas que lo obligan a responder. En absoluto.

Cierto que la gran mayoría  de consultas te quitan el poco espacio de que dispones para divulgar ideas y acontecimientos del pasado, hora del momento, pero el hecho mismo que se dirijan a ti envuelve implícitamente el deber de responder y satisfactoriamente por lo demás.

Unos jóvenes estudiantes de bachillerato, “locos por el fútbol”, se quejan por no haber los “libros de ilustración” de lo que se tuvo. De ahí que dicen ellos que se ven obligados al abordamiento de “gente muy vieja”, como dicen en procura de informes y conceptos que  acuden a “cubrir esa zona oscura”.

Amigos nuestros: jamás nos hemos quejado por que se nos escriba. Todo lo contrario. Bienvenidas las misivas que “algo contengan”, porque recibir babosadas y luego tener que contestarlas, si “le ronca la maretira”, como dicen los cubanos.

Respondemos por haber visto el fútbol de Atlántico en los últimos 4 años, antes de mudarse (1930-1934) del estadio Moderno para el bautizado por la estupidez generalizada de entonces estadio “municipal”. Los chicos también quieren saber cómo saldría una selección de entonces, contra una de ahora. Ni con la asistencia de Nostradamus daríamos resultados precisos. Pero si aproximativos. Ahora, ¿cómo enfrentarlos? Los de ayer con su fútbol de entonces, ante los de hoy con el fútbol de hoy. Lo que queremos decir es que se quiere al futbolista de cualquier época, enfrentando a otro de esa misma época, a ver como saldrían.

Es irrefutable que en el fútbol de antaño había más goles que en el de hogano. Porque se jugaba para eso: para buscar goles, así se dejase “todo el espacio del mundo” para que el adversario también hiciese lo suyo. De ahí la pila de 3 a 2, 4 a 3, 5 a 4 (¡a la ‘damier’ el 0 a 0 que se vio después!) porque eso se entendía  como una frustración dominguera.
Sabemos que hay más de 4 o 5 egoístas a morir que no aprueban estos conceptos, pero allá ellos. Las que vimos fueron jugadas inolvidables. Un centro alto de Néstor Ochoa, que sólo buscaba el cabezazo de gol de Gabrielito Díaz Granados. O el pase-gol de Marcos Mejía sólo para que el ‘Flaco’ Meléndez zampara con todo y balón a un portero, que todavía andan por ahí unos nonagenarios que lo pueden contar.

Pero poner a esos hombres de ayer a jugar el fútbol de hoy, de golpe y porrazo, es una insigne majadería. Y para eso busquen  a los necios de la letra de molde, porque lo que es ‘yoyito’…veee, la que te encontré.
 

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