El poder de los gramáticos

Algún historiador inglés, estudioso del acontecer nacional, escribió sobre la cercanía al poder político de nuestros gramáticos. Marco Fidel Suárez, Miguel Antonio Caro, más  Marroquín, el que perdió a Panamá mientras escribía sonetos, entre otros. El presidente Virgilio Barco decía que aquí los problemas eran de orden semántico. Ahora con la Reforma Tributaria propuesta por el Gobierno Santos & Cárdenas, Simoncito desde su poltrona de Planeación Nacional, sostuvo el sábado en El Espectador: “¿Cuál hueco fiscal?  Aquí lo que hay es un compromiso y una visión hacia una sociedad en Paz”, bella declaración. El rico castellano da para casi  todo. Las metas para cerrar la brecha entre lo rural y lo urbano incluyen, sigue diciendo Simoncito, “hacer cosas fundamentales, como un mejor catastro y pensar como entregamos, vivienda educación y salud”, si el campo ha sido menos productivo que los negocios urbanos, y ha estado deprimido y desde el DNP, Gaviria planea “mejorar el  catastro rural” que permita arbitrar más recurso para bien invertirlos, pobre sector agrario, sin caja para mayores impuestos.

Cambiaron el patrimonio por la riqueza

Cuando en Colombia algo está enredado, la fórmula es cambiarle el nombre. El impuesto al patrimonio alborotó el gallinero de los grandes contribuyentes. Ante la agria y razonada respuesta de gremios y empresarios el Ministro de Hacienda dijo como el croupier en la ruleta de los casinos… “no va más”. No más apuestas del gobierno por el gravamen patrimonial. Pero a continuación socializó el nuevo nombre, el impuesto a la riqueza. Patrimonio tenemos todos, unos grandes otros chicos, pero riqueza solo a quienes les quedan más de $1.000 millones después de restarle las deudas en Dic 31 de 2015.  De esa manera el rechazo tributario tiene menos adherentes y a los no incluidos no les importa, hasta cuando les toque aportar para la paz, que ¡a esa si habrá que cargarla entre  todos!