Perversas 24 horas
Durante la sesión de la Corte Interamericana de Derechos Humanos que se celebró la pasada semana en Cartagena se llevaron a cabo tres audiencias públicas. Una de ellas, el caso Velásquez Paiz contra Guatemala, reveló una vez más las similitudes que tenemos los países latinoamericanos con respecto a la triste tragedia de las mujeres víctimas de violencia.
La Comisión Interamericana de Derechos Humanos expuso los fundamentos de la presentación del caso ante el Tribunal, y la Corte, con especial detenimiento, se dedicó a escuchar la declaración de la presunta víctima. Claudina era una estudiante de 19 años. Está muerta. Como los muertos no hablan, quién mejor que aquel que lleva por años la carga del dolor de la desaparición. Jorge Velásquez, su padre, se presentó en la audiencia. “Claudina era responsable, era una niña linda”. Explicó que su hija salió a las 8:30 de la mañana a la universidad y que fue la última vez que la vio. En la noche, hacia las 7:30, empezó a llamarla y solo hasta las 9:45 logró comunicarse. La “niña”, como él le dice, le cuenta que está en una fiesta. Su padre le pide que regrese a casa.
Él, durante su declaración, cuenta que tuvo miedo esa noche, como tuvo miedo durante muchas noches, cada vez que su hija salía de casa. Reconoce la difícil situación que enfrentan las mujeres en un país como Guatemala. Lo mismo que sentimos los padres por nuestras hijas en Colombia.
Claudina no obedeció a su padre, pero le aseguró que antes de la media noche estaría de regreso. La media noche llegó y ella nunca volvió. A las 2 de la mañana sonó la puerta de la casa Velásquez. Era un amigo de su hija, acompañado por su madre. La mujer le cuenta que hacia la 1:30 de la mañana su hijo intentó comunicarse con Claudina y solo se escucharon gritos aterradores que exclamaban “No, no, no”.
Lo que vino después también puede ser parecido a muchos de los casos colombianos. Jorge intentó poner la denuncia por la desaparición de su hija, pero no la recibieron: “seguramente se emborrachó y está donde una amiga”. La Policía les dijo que debían esperar 24 horas. En un segundo intento, también se negaron y no iniciaron labores de búsqueda. Solo hasta las 8:30, 24 horas después de que Claudina había salido de casa, recibieron la denuncia. Para entonces, ya estaba muerta. Un cuerpo había sido encontrado hacia las 5:30 de la mañana, y como no se conocía de la desaparición de Claudina, la registraron como XX. A Claudina la golpearon, la violaron, y le dieron un tiro en la cabeza.
Cuando se conoce un contexto de riesgo preexistente, la espera de 24 horas no solo es un absurdo, sino un acto perverso. Jorge aseguró en la audiencia que si el Estado hubiese actuado con diligencia pudo haberse evitado la muerte o se hubiese resuelto el caso que aún sigue impune. Sin embargo, en las acciones de la precaria investigación se evidencian estereotipos sexistas, prejuicios y revictimización. Se le solicitó una prueba de alcoholemia al cadáver y los investigadores le dijeron a su padre que, en su momento, se consideró que era una muerte que no valía la pena ser investigada por llevar sandalias, un joya en el ombligo y una gargantilla de la diosa Osiris.
Como el caso de Claudina, una larga lista de crímenes de mujeres en Colombia podrían ser admitidos por la Corte, y bien, como el caso de Guatemala, el Estado colombiano podría ser condenado una y otra vez.
@ayolaclaudia
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