Paseos por Barranquilla
Tras una estancia demasiado corta hace un año, estos días tengo la ocasión de conocer algo más Barranquilla, disfrutar el legado arquitectónico de una ciudad construida por gentes de muy diversos orígenes, que dejaron un espíritu cosmopolita y tropical. Me apetece descubrir los mercados, la zona portuaria del Magdalena y, cómo no, presenciar un partido del Junior.
Mi pasatiempo preferido es explorar sitios nuevos en largos paseos a pie. Lamentablemente, mis amigos barranquilleros, colegas de EL HERALDO o el personal del hotel donde me alojo me desaconsejan de buena fe dar vueltas por las calles en solitario por los problemas de seguridad y el riesgo de sufrir algún contratiempo. Algunos artículos que he leído en estas páginas parecen darles razón. No es nuevo para mí: he vivido experiencias parecidas en otras urbes latinoamericanas como el DF, Río o Buenos Aires. Pero para los europeos como yo es una experiencia algo desconcertante limitar los pasos y mantenerse en un constante estado de alerta. En el Viejo Continente, por supuesto, hay delincuencia, pero la probabilidad de que te asalten en plena calle es muy remota.
Las enormes desigualdades sociales y la pobreza suelen ser el argumento principal de los expertos para explicar el alto nivel de inseguridad en América. Sin embargo, Ricardo Plata Cepeda puso en cuestión esta teoría en EL HERALDO el lunes, alegando estudios de EEUU que mostraron la baja cuota de violencia entre la comunidad asiática a pesar de ser una minoría pobre. No tengo conocimiento suficiente para atreverme a analizar las causas de la criminalidad en Colombia, pero supongo que hay que entenderlo en un contexto americano. Y, en el contexto europeo, parece fuera de discusión que los altos niveles de seguridad ciudadana tienen mucho que ver con el sistema de bienestar que se construyó después de la Segunda Guerra Mundial, el alto nivel educativo y, en general, unas sociedades mucho menos desiguales que en América. La reciente crisis económica europea, sin embargo, supone una amenaza que no hay que subestimar.
Los recortes del gasto público y el alto desempleo hacen crecer la brecha entre ricos y pobres, aunque esto no ha supuesto todavía un aumento notable de la criminalidad. Para los adalides del liberalismo, el desmantelamiento de la red de protección social no conllevará ningún riesgo. No imaginan que quizá un día las clases medias europeas tengan también que refugiarse detrás de vallas de seguridad en sus casas y moverse por sus ciudades con la máxima precaución. La seguridad personal es también una rama fundamental de la libertad. Hay que cruzar el Atlántico para comprenderlo.
No renuncio, en cualquier caso, a explorar Barranquilla dentro de las limitaciones que aconseja la prudencia. El martes me maravillé de la preciosa Facultad de Bellas Artes, con sus patios tropicales, suelos con manchas de pintura y estudiantes afinando sus instrumentos antes de entrar a clase. Un espacio que rebosa vitalidad y creatividad.
@thiloschafer
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