El descubrimiento de los usos del petróleo y sus derivados revolucionó al mundo. Su consumo inició una carrera en la búsqueda de reservas que ha causado conflictos económicos, guerras, invasiones, enriquecimiento de personas y estados, derroches, miserias y sobre todo, corrupción. Como en el fútbol, la generación de multimillonarias cantidades de dinero casi que inevitablemente hace que los más ‘predispuestos genéticamente’ metan la mano donde no deben.

Países enteros giraron y giran alrededor de ese hidrocarburo. Venezuela o los Emiratos son un ejemplo de lo bueno y de lo malo que ese producto genera. En Colombia no somos ajenos a ese fenómeno mundial y Ecopetrol es el trompo de poner para demostrar cómo puede afectar el petróleo a un estado. Lo que vemos es que esa empresa estatal era hasta hace dos años la joya de la corona de la economía colombiana, después de un proceso de mejoramiento interno –que se apalancaba en los inesperados altos precios del crudo en el mercado mundial– inició un proceso de privatización que logró colocar en la pujante bolsa de valores de Colombia acciones que hoy llegan al 20% de su capital. El precio por acción inicial aumentó desmesurada y artificialmente y llegó a doblar la inversión realizada por los primeros compradores quienes celebraban la inteligencia financiera y la generosidad del Estado que permitía el acceso del público a la empresa estatal insignia del país.

Pero, por razones que no dependen de nadie en Colombia, el precio internacional del petróleo se vino abajo –también el precio de la acción– y llegó a valores razonables que reflejan la demanda y sobre todo los costos que manejan la oferta. Como en cualquier actividad, los productores, generadores de oferta tienen que manejar sus costos de producción, conocer su punto de equilibrio y aprovechar las épocas de vacas gordas para que cuando las uvas se pongan verdes puedan seguir siendo rentables. Sorprenden las declaraciones del Minhacienda y del nuevo presidente de Ecopetrol, dos de las lumbreras de la economía contemporánea colombiana, que anuncian la genial estrategia de los “barriles rentables”. Explican ambos que han encontrado que Ecopetrol produce barriles a costos mayores al precio de venta.

Realmente este es un descubrimiento extraordinario que da para un caso de negocios de Harvard y que podría alcanzar la nominación para un Nobel, o ¿para un Oscar? Cuando las grandes petroleras del mundo compiten exitosamente entre sí con la situación de precios actual, nuestra estrellada empresa, una de las veinte mejores del mundo, tiembla porque se bajó el precio internacional y su original respuesta a la crisis es bajar la producción eliminando la extracción de los pozos, ahora sorprendentemente ineficientes. En varias ocasiones he enfatizado en la necesidad de que los presidentes y directores de entidades estatales sean verdaderos gerentes con experiencia distinta al sofisticado y teórico enfoque que los economistas les dan a los temas empresariales. Cuando personajes como el apreciado y bien ponderado Echeverry llegan al cargo más importante del país se nota a la legua que por su falta de trajín en el sector real necesitará más tiempo de la cuenta para que actúe con acierto. La experiencia no se improvisa. Al que le ha tocado bailar desde chico con la pareja más fea y aprendió a coger el paso, es el que mejor baila después. El mayorcito que no bailó de pelao –no importa que sea el dueño de la fiesta, baile pegadito y que ahora la pareja sea bella y experta– hará el ridículo y se pisará él mismo los zapatos.

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