Los gobiernos de la última década en el país han promovido eficaz-mente la promoción en el exterior de nuestros productos, facilidades y procedimientos operacionales. Con puntualidad en la meta de internacionalizar cada día más nuestra posición económica, incrementar las exportaciones y hacernos más visibles en la aldea global. El Ministerio de Industria, Comercio y Turismo ha realizado una labor altamente meritoria y los resultados están a la vista: Colombia firmó el Pacto del Pacífico con México, Perú y Chile, se constituyeron convenios con por lo menos diez países o Tratados de Comercio, se diversificaron las exportaciones, la normatividad aduanera se volvió más ágil dentro del concepto de unos puertos visiblemente más modernos, ágiles, tecnificados.

En una palabra, el industrial y el comerciante colombiano se unieron apoyados para lanzarse al intercambio mundial. Pero por otro lado, casi que simultáneamente el mismo gobierno, a través de otros ministerios como el de Hacienda, siempre hambriento de mayores recursos, apoyado en otras entidades oficiales, en esta misma década no ha descansado en buscar la manera de inventar o desarrollar nuevos métodos o sistemas para entorpecer ese despegue económico, exportador, integracionista mundialmente que se ha perseguido con éxito por otros lados.

Por ejemplo, la carga tributaria que ya es excesiva en el país es un aspecto que ahuyenta de entrada al posible inversionista. Mientras que el promedio mundial global es del 42%, en el país es del 72%, lo que detiene con impacto grave cualquier intento de inversión extranjera. Esta, si se decide a entrar a Colombia, o se resigna a una baja operatividad gravada por impuestos o termina imponiéndole el exceso finalmente al consumidor.

La variabilidad de la tasa de cambio afecta profundamente el inicio operacional de cualquier compañía. En el mundo el promedio es de 70%, especialmente en América Latina, y entre nosotros es del 95%. La percepción de la corrupción, por otro lado, que es un factor altamente influyente en los potenciales inversionistas extranjeros, como lo declaró la cabeza de una delegación de orientales que visitó el país recientemente, es una percepción altísima que obedece a una realidad vergonzosa: la corrupción en Colombia alcanza niveles del 85%, y en América Latina tiene un promedio del 56%. Este ítem, acompañado de una precaria preparación para las crisis, prevención de ellas, que es negativa para nosotros en un 86%, tiene índices en el mundo entero consolidado del 60%.

El gobierno actual viene preparando lo que según ellos es la reforma estructural tributaria. Desde hace dos años. Ya hay un exceso de regulación en este rubro y en otros más para el ojo del inversionista extranjero. Tienen un margen de un 85% en regulaciones, contra 76% del resto de países del área. Este panorama global visto aquí como apenas un visaje nos muestra que por un lado hacemos bien las cosas y por otro lado las desbaratamos. Si queremos ser eficientes no debemos limitarnos a mostrar la belleza de Cartagena o el empuje de Medellín o la Catedral de Sal. La arepa hay que voltearla porque tiene dos caras.