Orgullosamente tropical
Pues sí, señora Ministra, somos tropicales.
Nacimos en la banda que rodea al Ecuador entre los 23 grados latitud norte y los 23 grados latitud sur.
El calor nos hace vivir a otros ritmos. De pronto, el que es.
Somos espontáneos, dicharacheros, mamadores de gallo (o tomadores de pelo, para que no le resulte repugnante) y parranderos, porque el esfuerzo y la satisfacción son partes igualitarias de la vida misma.
Nos encanta jugar con las palabras y tenemos una para cada situación, a partir de la frondosa imaginación que nos hace inventarlas con gracia envidiable.
Andamos altivos, sin prevenciones, bañados de colores, porque nos asusta el gris de las emociones.
Pero no se equivoque: ser del trópico no significa vivir en la desfachatez. Esos son estereotipos inverosímiles que a una funcionaria como usted no le queda bien repetir.
Paséese por cualquiera de nuestros mercados públicos, a las 3 de la madrugada, para que nos vea descargando bultos, limpiando verduras o alistando las colmenas. Vaya a las orillas del mar que la naturaleza nos dio (¡qué culpa!) para que nos observe preparar las atarrayas que desplegaremos en breve ante las olas bravías en busca del pescado que se servirá en su mesa.
Es un asunto de clima. A las 12 de día, con el sol muy cerca del cenit, es imposible trabajar. Los costeños, o los del trópico, como usted sugiere, tenemos que hacer una pausa y, por qué no, echar una siesta. Para que lo sepa, las fábricas japonesas disponen de camarotes en sus instalaciones para que los trabajadores tengan su motoso a la hora del almuerzo, pues descubrieron que después de unos minutos de sueño producen más.
Nosotros somos la región del país con mayor inequidad. Revise las cifras. Aquí no podemos darnos el lujo de vagar porque nadie nos va a llevar la comida a la casa.
En medio de la osadía que, con todo, nos enfrentamos al país que nos ve en la informalidad extrema, salimos adelante. Y de qué manera. Ahí tenemos rendido a su mundo y todos los mundos, a uno de los genios más grandes de la literatura de habla hispana. Y no cito otros nombres para ser indulgente con sumercé.
Nos rebuscamos a diario, en la medida en que el centralismo y sus tufillos nos lo permiten. Pero no nos ofuscamos. Asumimos cada día con optimismo y nos burlamos de nuestra propia desgracia para que no nos afecte tanto su accionar.
Como ve, desagrada que ahora remita a la desidia o a la negligencia, que no es patrimonio excluyente de una sola región, lo que llama actitudes tropicales.
Nos recuerda usted las épocas en que los dirigentes interioranos llamaban despectiva a la nuestra como la costa Atlántica, para connotar que la civilización estaba en el altiplano y no en estos lados.
Tan equivocados estaban ellos como hoy usted.
Aquí también somos creativos, ingeniosos, emprendedores, echados para adelante. Es nuestra esencia.
De hecho, usted, señora Ministra, tuvo oportunidades excepcionales en su vida, gracias al esfuerzo y el tesón de sus padres y abuelos que, por si se le olvida, nacieron en el trópico.
amartinez@uninorte.eud.co
@AlbertoMtinezM
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