Uno está en Colombia y no hace sino escuchar por todos los medio de comunicación lo que dijo Uribe, cada diez minutos, por Twitter. Uno está en Estados Unidos y por la TV se la pasan comentando todo lo que tuitea Trump.
En esta aldea global, la verdad es que en todas partes cantan esos mismos pajaritos. Ya se han tirado la belleza que uno asocia con el sonido del gorjeo de un ave. No hay escapatoria.
El periodismo hoy en día es ya casi solo una reverberación “tuiteánica”. Nos inundan de fragmentada información, nos ahogamos en un océano que no tiene que ser turbulento para dejarnos sin respiración.
Lo que antes era investigado, verificado, y hasta manipulado (hay que aceptarlo), ahora es inmediata verdad, tal como un reality. Pero de verdad, verdad, como decimos por aquí.
La irrealidad es la nueva realidad. Y eso que la filosofía occidental lleva más de dos mil quinientos años tratando de resolver el tema de La Verdad.
Confieso que me metí a Twitter por instancias de una amiga quien quiere que yo siempre esté al día. El mas seductor de sus argumentos: tuiteas tus columnas y así logras más lectores.
Confieso igual que muchas veces se me olvida tuitearlas y luego caducan, porque lo que pasa en Twitter es inmediato e igualmente fútil.
Confieso que cuando me meto en Twitter es porque me llega un email diciéndome que tal o cual persona tuiteó algo. Entonces me meto a chismosear y la mayoría de las veces no entiendo ni de qué están hablando.
Mi cerebro no funciona en 140 caracteres. Necesito explicaciones, que me argumenten, saber el contexto. Tampoco me sale escribir en 140 caracteres. Me demoro media hora para pensar lo que quiero decir en tan pocas palabras y luego toca recortar.
En eso sí envidio a Trump. Y a Uribe. Ya se la saben.
¿Será por eso que ciertos personajes adoran Twitter? ¿Porque pueden decir cualquier cosa que se les ocurre, en cualquier momento, sin pensar de a mucho?
¿Quién quiere estar oyendo el flujo de pensamientos de todo el mundo? Para eso existe el silencio y la salvaguarda que tiene el lenguaje: pensamos para adentro, nadie tiene que escuchar esas palabras que resuenan en el exquisito eco de nuestra privacidad.
¡Que se quiebre Twitter, ya! Pero por favor no inventen más nada nuevo dizque para mejorar nuestras posibilidades de comunicación libre.
Ah, por estos buenos deseos, Twitter, no me cierres la cuenta, que por lo menos quiero alcanzar a tuitear esta columna. Quiero ver si alguien no solo pulsa a ver qué mandé, pero luego abre el hipervínculo y lee casi 3.000 caracteres…. 3.000 ¡Oh no!
Aunque ya sabemos que no vas a quebrar, querido pajarito, porque ahora tu mejor garante es Trump, quien una hora después de haber abierto oficialmente su cuenta presidencial, ya tenía casi 4 millones de seguidores. !Que viva la futilidad!
@mgontovnik
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