El Heraldo

Ofrenda en los altares de diciembre

Es tímida, cautelosa, se asoma y se va, no se decide del todo a llegar, como si coqueteara y se arrepintiera, cual una promesa de amoroso encuentro, de la que no tienes ninguna garantía. No la comprendo mucho, pero trato de amarla igual, pues hoy he venido a colocar una ofrenda en los altares de diciembre.

Hablo de esta brisa de ahora que se parece tanto a la brisa de antes como una mueca se parece a la verdadera risa que se da con toda el alma. Entonces, entre los fantasmas del tiempo, que se reúnen en plenaria en los salones en penumbras de la nostalgia en esta época del año, casi un aquelarre, chico, oigo muchas cosas, y quizá realmente no escucho ninguna, acerca del levantamiento del bloqueo a Cuba.

Mientras pienso que, por el momento, eso es más retórica que otra cosa, recuerdo lo que dijo, hace diez meses, un taxista cubano, en aquel Chevrolet del 55 que se desplazaba por el túnel del tiempo que es el malecón de La Habana, por donde viajaba el noctámbulo Arsenio Cué, uno de los encantadores personajes de la novela Tres tristes tigres, de Guillermo Cabrera Infante. El taxista, de la misma familia espiritual, apuntó certero: “Después de que Fidel nos jodió 50 años, ahora volverá el capitalismo a seguirnos jodiendo”. La jodienda, debería llamarse la vida, pensé.

Y mientras se me “chispotea” esta oración, que más parece una plegaria: “Pobrecita La Habana, la van a volver una sucursal de Miami”, y acuden a mi memoria académica las tres fuentes del marxismo, que me repitió el taxista: la economía inglesa, el socialismo utópico francés y la filosofía clásica alemana, recuerdo a quien me enseñó tales materias, mi profesor de Sociología en la Universidad Libre, el entrañable Juan B Arteta, que en paz descanse. Hace acaso dos años, cuando se las repetí en un almuerzo con su hijo Alejandro, me dijo: “estás como para un cinco”. Aún me sonrío.

Y veo su letra impecable, desenvolviendo sobre el tablero el nudo gordiano de la epistemología. Un tipo de muy buena pinta, por quien suspiraban las alumnas, el profesor Arteta, concejal eterno del Partido Comunista, hablaba, por supuesto, sobre Cuba, Fidel, García Márquez, y también no pocas veces acerca de ese “colonialismo cultural y mental” que hoy manifiestan, acaso sin darse cuenta, quienes le atribuyen a Obama la repentina y bondadosa creación de “un mundo mejor”, como si construirlo no fuera la responsabilidad de todos nosotros, los depredadores habitantes del planeta Tierra, como si la historia, y el capitalismo, como lo fenómenos de la Física, no se rigieran también por sus propias leyes, acaso inexorables.

Y en esta Barranquilla, que cada día pierde más y más no sólo su identidad Caribe, sino lo que es más grave su sentido de pertenencia al continente de las venas abiertas, a nuestra Homérica Latina, entre la brisa que llega, pero no llega, las imágenes marítimas del malecón de La Habana, la vana habladuría sobre el levantamiento del bloqueo a Cuba y el aquelarre de mis recuerdos, reivindico a ese ser humano lúcido, fino, culto, quien sin duda se inscribe con grandeza en eso que casi no existe: la historia mental y cultural de Barranquilla, la amnésica.

Juan B Arteta, que giren los girasoles amarillos de esta ofrenda en las concurridas aulas de tu memoria, querido Maestro.

diegojosemarin@hotmail.com

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