¿Nobel precipitado?
En medio de las sábanas al inicio del amanecer y con un solo oído escuché una entrevista que le hacían a una señora noruega, quien es docente sobre derechos humanos y paz, en la que pedían una explicación sobre cómo se había dado la nominación del presidente de Colombia Juan Manuel Santos, el líder guerrillero ‘Timochenko’ y representantes de las víctimas, para recibir el Premio Nobel de Paz. Abrí el ojo del mismo lado del oído para verle la cara a quien contestaba. Lo hizo en un perfecto español. Dijo que en Noruega cualquier diputado podía postular con determinada sustentación de argumentos a una persona para recibir tal distinción. Por supuesto, se asume que esa persona postulada tiene méritos. A medida que ampliaba la explicación con una selección precisa de cada palabra para no incurrir en malas interpretaciones, era claro que la cosa sonaba un tanto precipitada tanto para los periodistas como para la entrevistada.
No conozco el texto de la propuesta hecha por el diputado en Oslo, pero me saltan varias preguntas que me llevan a pensar también si esto no es precipitado. ¿Esto en qué incide para la paz?, ¿es necesario?, ¿va a resolver en algo el conflicto?, ¿se trata de eso, de recibir un premio?
Soy respetuoso del proceso de paz porque soy defensor de los intentos por lograr la paz por malos que parezcan, pero no me gusta cantar el gol hasta cuando el balón no ha pasado completamente la línea. En mi concepto, el proceso de paz está crudo, apenas en sus comienzos, lo que se ha logrado hasta ahora, que es bastante, no es más que la punta del iceberg. Hasta ahora, representantes del Gobierno, de los guerrilleros y de las víctimas se han reunido para establecer unos acuerdos para la paz; el resto de los ciudadanos de este país somos convidados de piedra: no solo no hablamos, sino que no sabemos con certeza qué pasa. Por tanto, falta todo un resto por hacer, empezando por el proceso de socialización y educación inmediato, después de la firma, para que todos sepamos en qué país vamos a vivir en el posconflicto. En el otro platillo de la balanza está la psique de las víctimas de la guerra, algo de lo que nadie habla, ni siquiera ellas, porque no lo saben. En esas psiques está escrito con tinta indeleble un trastorno de estrés postraumático que necesita ser tratado para que el país no se llene de zombis que van por ahí rumiando su dolor sin remedio.
Agreguemos la dicotomía entre plebiscito y constituyente y tenemos tela para cortar. Esto puede empantanar las cosas por un tiempo.
Hay un montón de etcéteras más que me hacen pensar que la entrega de un Premio Nobel de la Paz a Colombia resultaría precipitado, porque no tenemos como país la madurez suficiente para entender lo que eso significa, y podría ser un enorme distractor para el objetivo definitivo. Hasta podemos perder el partido de la final por celebrar un gol antes de tiempo.
haroldomartinez@hotmail.com
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