El Heraldo

No tomo cerveza en tienda

Da risa cuánto golpe en pecho se dan presuntos defensores de la democracia y las libertades individuales cuando atacan medidas que afectan bolsillos, pero protegen humanidades, como el decreto local relacionado con horarios y expendio de licor.

La libertad de beber alcohol la tiene cada quien de acuerdo a su albedrío, pero el Estado debe proteger a sus ciudadanos ante una situación como la que se vive y sufre en nuestras barriadas.

Si bien, eso de tomarse unas frías en la esquina ha sido de sabrosa tradición caribeña y del mundo en general, aquí esa que era una costumbre de socialización adobando buenas tertulias, se tornó en un peligro. No por la bebida en sí, sino por la transformación que se está dando en nuestros sectores populares. Eso de la cerveza esquinera es una usanza que va más allá de nuestros ojos, pues en Bogotá la gente también se bebe unas ‘polas’ en la tienda del barrio. Y ni qué decir de los verdes campos boyacenses. Cuando uno pasa a las cuatro de la tarde, al final de la jornada campesina, hay canastas de ‘agrias’ vacías que han sido liquidadas por esos grandes agricultores de papa y cebolla.

Aquí en Barranquilla, parte del problema está en el desplazamiento de miles de jóvenes de sectores rurales empujados fuera de su hábitat por la violencia, especialmente por el criminal poder paramilitar. A esos chicos salir de su entorno los volvió lumpen en un buen número al llegar a la gran urbe. Además de lo permeada que está nuestra sociedad por la herencia nefasta del narcotráfico y su forma de resolver los conflictos. En eso ayudan mucho las muy bien producidas narconovelas que tantos dividendos llevan a los bolsillos de los canales de televisión privados.  

Pero veamos lo que pasa en otras latitudes con la bebida. “Un tiro de Lager”, como le dicen en Cuba de manera coloquial a liarse unas frías, no tiene aparente restricciones, pero allá la gente es muy respetuosa del otro. Sea por cultura o por el control absoluto del régimen. En otras partes, como Estados Unidos, un drink se lo toma la gente a su gusto, pero una verbena en la esquina con poderoso pickup incluido, lleva patrulla a bordo con dos oficiales de la Policía tocando a la puerta, como en las películas.

Lo que sabemos hasta ahora es que desde que entró en vigencia el decreto de marras disminuyeron las riñas en más del 50% en las localidades Suroccidente, Suroriente y Metropolitana. También bajaron de manera considerable las llamadas al número telefónico de emergencia de la Policía, 123. Y en el último fin de semana el registro de homicidios disminuyó, al igual que otras situaciones que atentan contra la tranquilidad pública.

Los amigos de Undeco y Asonocturno hacen con esmero su trabajo de proteger a sus agremiados, pero deben pensar más en el interés general y no en el particular. Claro: la cerveza factura bastante cuando la tienda deja a un lado su función primigenia de abastecedora de barrio y se vuelve cantina sin control.

mendietahumberto@gmail.com

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