El Heraldo

Medeas contemporáneas

¿Por qué titubeo en perpetrar males crueles pero necesarios? Anda, mísera mano mía, empuña, empuña el acero, huella la triste meta de la vida, y no seas cobarde, ni te acuerdes de tus hijos, a quien tanto amas porque les diste a luz; olvídate en este breve día de que los tienes y llora después, que, aunque los mates, siempre te fueron caros y siempre fuiste una mujer infeliz.

El texto pertenece a la tragedia de Eurípides, representada por primera vez en el 431 a.C., que trata de las aventuras de Jasón en la conquista del Vellocino de Oro y su posterior matrimonio con Medea, con quien tuvo dos hijos. La tragedia empieza cuando tienen que huir de Yolcos, llegan a Corinto donde reina Creonte, quien tiene una hija llamada Glauce, y ocurre lo que tenía que ocurrir para desencadenar las pasiones: Jasón, en un acto supremamente desleal se compromete en matrimonio con Glauce para deshonra de Medea. Esta monta en cólera pero no estalla sino que, sabia, planea y ejecuta su venganza con frialdad patológica: envenena a Glauce con una corona de oro y un peplo y asesina a sus propios hijos.

   Muchos siglos después, en el que vivimos, veo el rostro de la Medea de Palmar de Varela y lo asocio con la Medea furiosa que pintó Eugéne Delacroix (1862), en la que aparece con sus dos hijos en el regazo y con el acero en la mano en el momento anterior a degollarlos en el que encara la duda final y lanza la frase citada. Y pienso, con razón a estos artistas los llaman clásicos, porque se adelantaron a las noticias y a los medios, porque hace siglos desnudaron para siempre las pasiones humanas y nos describieron y pintaron como somos. Medeas siempre han existido a través de la historia, lo que pasa es que no las habíamos tenido tan cerca para sentir su real impacto en nuestra sociedad. Más allá del cliché de considerar que la madre es toda pureza y amor hay que aceptar que es un ser humano, que tiene reacciones de ser humano y que puede llegar a extremos como asesinar a sus propios hijos por las razones más variadas que se puedan encontrar, válidas o no, patológicas o no.

   Los tiempos han cambiado, ya no estamos en el teatro griego para aplaudir estas representaciones sino en el propio escenario de nuestras vidas, en el que debemos preocuparnos por comprender actos de esta naturaleza que deben ser mirados desde una óptica más compleja que el sensacionalismo de la noticia o el impacto que causa en nosotros, es decir, entender desde la perspectiva de las ciencias la verdadera naturaleza de estas acciones, porque es necesario hacer un diagnóstico de toda la situación desde un enfoque sistémico: individual, familiar, psicológico, psiquiátrico, económico, sociológico. Entre otras cosas, porque del análisis y meta-análisis de todos estos elementos deben surgir criterios de imputabilidad o inimputabilidad que marcarán para siempre el destino de esta Medea contemporánea. La situación compromete desde la psiquiatría forense hasta cada miembro de la sociedad, pasando por los medios, de quienes debe esperarse una mesura que eduque a la comunidad y no la desoriente por un manejo efectista de la información. Más allá de lo truculento subyace una patología que debemos conocer.

haroldomartinez@hotmail.com

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