El Heraldo

Me dan horror los demócratas selectivos

 

 

Los dieciocho guerrilleros muertos en Meta me duelen tanto como los once soldados profesionales muertos en Cauca. No me importa que unos sean el brazo armado de Estado y otros insurgentes en su contra, solo veo a veintinueve madres desgarradas frente a las bolsas que les entregan por sus hijos, así lleguen empacados en ataúdes con bandera encima. Entonces pienso en las millones de personas que hemos sido afectadas, muy cerquita, por el maldito conflicto, en las veces que he asistido a sepelios, honras fúnebres, homenajes póstumos y en las lágrimas que he derramado por tantos idos en loor de la democracia.

¿Cómo podemos seguir hablando de democracia en un país donde se celebran, y con alborozo, los muertos de cada lado de esta insólita guerra? El solo hecho de existir durante siglos la solución armada, como única fórmula de terminar una diferencia, es la prueba fehaciente de que desconocemos lo que realmente significa una democracia. No somos capaces de entendernos con la palabra y nos abocamos siempre a resolver con par plomazos lo que sea. Y no se hagan los tontines, que por aquí hay mucha gente que lleva en la espalda su muertico.

Y lo más espantoso que me sucede por estos días de nervios de punta, ansiedad y miedo frente a las conversaciones de paz de La Habana y la barbarie que han desatado, hasta en los que pensaban espíritus elevados con consciencia de país, que llegan a soltar cada frase más virulenta que la anterior, se crispan al hablar y sienten genuina satisfacción porque “clavaron a esos hijueputas”, cuando comentan masacres como las de Meta y Cauca. Están tan imbuidos del pensamiento guerrerista que allí naufragaron tristemente. Y eso no es democracia, queridos míos, eso es vulgar carnicería.

Ni los que defienden a ultranza al sistema establecido ni los que lo quieren cambiar, ambos a punta de plomo, pueden negar el estruendoso fracaso de sus intentos, que nos han convertido en uno de los países más desiguales del mundo donde no hay igualdad ni siquiera frente a la justicia y la autoridad, que considero los mínimos para que una nación pueda declararse como democracia. Y sin embargo, ambos son demócratas selectivos, o sea, ven la paja en el ojo ajeno pero no la viga que tienen en el ojo, no admiten sus errores, sus horrores, sus falencias ni su barbarie.

Y así mismo está la sociedad, dedo enhiesto y acusativo, obligados casi a tomar partido en la ciudad, porque al pueblo hace siglos que lo tienen acogotado y parcializado a porrazos o por ocupación de sus territorios, y como esto es una gran democracia, los muertos de ambos lados los ponen ellos mismos: los indígenas, los campesinos y los afrodescendientes. ¿O tampoco han notado el fenotipo de los muertos de ambos lados? Quítales los uniformes a esos pelaos y descubrirás que si los revuelves en una plaza nunca sabrías diferenciar quién viene de dónde. Como las 29 madres que han tenido en mayo el peor mes de sus vidas: les arrancaron a un hijo, se lo devolvieron muerto.


losalcas@hotmail.com

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