Madre no hay sino una
...porque nadie resistiría dos.
Así de simple y claro, con la advertencia de que adoré a la mía y me demostró en su lecho de moribunda cuán feliz la había hecho y cuanto me admiraba y amaba. También aclaro que siento un respeto místico por las mujeres que deciden encarnar el papel más aplaudido por la sociedad, ese sin el cual a quienes tomamos otras opciones diferentes a la maternidad, la familia, los amigos y hasta los desconocidos siempre nos lo mostrarán como una falencia, una deficiencia en nuestro ser mujer.
Pero no me voy a referir a los problemas de género que tenemos hoy en día, donde la violencia intrafamiliar y exógena a ese núcleo son aterradoras, sino a la forma como las madres proyectan en sus hijos sus miedos, sus ansiedades, sus incapacidades y también sus sueños y la buena disposición a emprender aventuras o cambio de hábitos en busca de un mejor futuro. Creo que todos hemos escuchado a la propia o a alguna cercana decir: —yo no pude hacerlo, pero tú sí. Y con esa frase afirmativa y hasta bonita, le tuercen el camino a quien la recibe, porque ellas nunca están pendientes de qué es lo que desean o sueñan los hijos para sí mismos, sino que suelen plantarse en el terreno de su propia experiencia, lo cual es un error garrafal puesto que cada individuo, como dijera el filósofo Ortega y Gasset tiene sus “cadacualunadas”.
Y el problema deriva del sentimiento de posesión, de la certeza de que es “mi hijo” y de la soberbia de creer que siendo de su propiedad nadie le conoce mejor para determinar su destino. Decía el buen don José Saramago que los hijos solo son un regalo, una oportunidad de hacernos mejores para poder enseñarles con el ejemplo. Me temo que solo espíritus finos y elevados como el suyo lo entienden así, porque lo que he vivido y aún veo en quienes toman ese papel es una gran ansiedad y la necesidad de que los hijos alcancen lo que ellas no pudieron.
Sería maravilloso que existiese una cátedra de cómo ser padres, porque los caballeros no se quedan atrás. Siendo el papel u oficio más delicado que existe en el mundo, es donde más se improvisa y se aplican las emociones negativas de las personas, pero siempre en nombre del amor y la mejor voluntad, aunque demasiadas veces no tienen ni idea de lo que realmente significa amar, en el más amplio y verídico sentido y se confunde un sentimiento tan grande que encarna la libertad del otro, con las emociones absurdas y dañinas que he mencionado al inicio de este artículo. Sí, esa cátedra es urgente, para que no veamos niños y adolescentes delinquiendo o totalmente deprimidos y opacados sin capacidad de elegir y solo obedeciendo lo que los padres dictan, que no siempre encarna lo mejor y más sano para ellos, a pesar de la “buena” voluntad. Lo digo sin intención de ofender ni maltratar.
losalcas@hotmail.com
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