Machismo, la transversal en política
Un premio Nobel de química, en Inglaterra, tuvo que renunciar a su puesto en la universidad donde enseñaba. El machón, cuyo nombre ni quiero recordar, soltó una frase demoledora que le ha dado la vuelta al mundo y no precisamente en aprobación de su tontería. Dijo algo así como que es terrible trabajar con mujeres porque los científicos se distraen, se enamoran y peor, ellas se enamoran de uno y cuando se les discute o recrimina, lloran.
Vea pues, todo un premio Nobel que uno espera sea un espíritu elevado, una consciencia del valor del trabajo, un hombre civilizado e igualitario piensa exactamente igual que cualquier hombre del montón, falto de educación y convencido de que nosotras no somos personas, sino simplemente el sexo débil (ni siquiera un género) sobre el que la masculinidad impera y, por tanto, no somos más que ‘un complemento’, la otra mitad inútil de la naranja, cuyo ser cobra sentido en la medida en que sirve al hombre.
El ‘genio’ inglés se quedó sin trabajo en forma inmediata, sin que sus reiteradas solicitudes de perdón por los medios tuviese otro resultado que levantar un tsunami de protestas en el mundo entero, porque las mujeres estamos ‘mamadas’ de que un mecanismo cerebral –que nos baña en lágrimas cuando nos sentimos agotadas, aplastadas o fracasadas– para darle salida al cúmulo emocional que nos rebasa, sea considerado por los hombres como símbolo de debilidad, manipulación y hasta de malaleche disfrazada de ofensa.
La verdad es que a los hombres les castran la emocionalidad y les secan los lagrimales desde muy niños, con frases horribles como “Usted es macho, y los hombres no lloran”, “Deje de llorar como una mujercita que usted no es marica”, “Si te encuentro de nuevo jugando con muñecas, te muelo a palo”. Podría llenar una cuartilla con las frases inicuas con que ambos padres pretenden afirmar la masculinidad como contraparte a la fragilidad que muestran sus hijos varones. Y ahí los pierden, los endurecen innecesariamente y los hacen reactivos a lo femenino y desde esa niñez comienzan a vernos como nos tratan.
Me hago esta reflexión pensando en la justa electoral de octubre próximo que obliga a presentar un 30 por ciento de las listas ocupada por mujeres. ¡Cipote lío para todos los barones del Caribe! Por ahí andan, convirtiendo en candidatas a las corporaciones regionales a cuanta empleada pública tienen, sin detenerse a mirar la gestión real que hicieron en beneficio para la comunidad, las críticas y los rechazos a su actuación. Solo cuenta la fidelidad al grupo político, su donación salarial permanente (10 por ciento) y los empleos y contratos con que haya favorecido a su jefe.
Así, no podremos las mujeres hacer una selección por género en busca de alcanzar la paridad o algo de igualdad, para ser más exacta, porque hasta el momento no hay en el Caribe una sola candidata de opinión, con una hoja de servicios transparente y una visión de futuro para nosotras. No, van de cuña legal, de añadidas obligatorias o de mascarón de proa de los barones electorales. ¡Qué pesar!
losalcas@hotmail.com
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