El Heraldo

Los paros que no paran

Lo que está sucediendo con el paro de transporte debe servir para identificar la naturaleza de muchos de los desacuerdos recurrentes entre sectores claves para el desarrollo del país y las decisiones del Gobierno. Difícil haber sido parte de alguna administración nacional  y no haber tenido que enfrentar un paro de esta naturaleza y por ello, ya debería haber un mejor entendimiento de la situación, haber encontrado algunas soluciones o por lo menos tener diseñadas unas estrategias de emergencia. Pero nada cambia: los transportadores cada vez más agresivos porque suponen que entre más gritan más logran; el gobierno desesperado impone multas, extingue dominio de tractomulas y todo sigue igual.

Más que entrar en los puntos de divergencia entre las partes— si funciona o no el retiro de vehículos viejos, si las tarifas son bajas o si los peajes son altos— parece oportuno explorar donde están elementos de fondo que impiden que las negociaciones funcionen. Uno de los problemas ignorados pero que pueden explicar la repetición permanente de estas situaciones, puede ser el resultado de la carencia en este país de un verdadero servicio civil. De una equipo permanente en las distintas instancias del gobierno, que hace carrera en las entidades públicas y conserva la memoria institucional.

Cuando existe este grupo de profesionales que ha llegado a esas posiciones por sus méritos, cada cambio de ministro no genera los problemas que se presentan cuando ese segundo nivel de experimentados funcionarios públicos no existe. En el caso colombiano y lo que le está sucediendo al nuevo Mintransporte es prueba de ello; es que si a un nuevo jefe de cartera le toca enfrentar un paro como el actual, como no conoce la historia y no tiene a nadie que se la cuente, enfrenta la situación como si fuera un incendio y actúa en consecuencia. Pero resulta como en este caso, que hay problemas estructurales u otros que simplemente se acumulan y agrandan porque no se les ha dado una solución real que permanezca.

Sólo quienes han visto de cerca cómo actúan los funcionarios públicos de carrera en países industrializados pueden entender la diferencia. Con frecuencia un ministro en esos países afirma que no toma una decisión hasta que no la consulte con su staff y eso lejos de interpretarse como una debilidad es señal de seriedad y continuidad en el manejo de lo público. Pero como aquí cada funcionario llega con su cuadrilla y eso se toma como lo lógico, es imposible aprender institucionalmente de errores y aciertos del pasado.

Estamos pagando el costo de este clientelismo aberrante donde con frecuencia llegan a cargos importantes aquellos que no han podido conseguir puesto en ninguna otra parte y que sólo los salva el amigo político. Ni memoria institucional, ni conocimiento de aciertos y errores serán posibles mientras no existan servidores públicos de carrera. Así no pararán los paros.

cecilia@cecilialopez.com

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