Lo que nos salva
Un amigo me da lecciones intermitentes acerca de cómo sobrevivir la ciudad. El se la goza y ya está medio aburrido de mis quejas. Sus palabras son sabias y estoy poniéndolas en práctica.
Mi memoria no es como la suya. A veces trato de imaginarme a mí misma caminando por la cuadra donde vivíamos de niños, pero no recuerdo las calles amplias, ni el verde prado que me muestran las apacibles fotos de familia que mi madre ha guardado en álbumes maravillosos.
Mi amigo me cuenta cómo caminaba por el barrio de su casa a la de los abuelos y donde sus amigos. Mientras impregna mi memoria con la suya, me explica que sí, esa era, pero ya no es. Esto es lo que hay. Y me dice sin ningún dejo de ironía: supéralo.
Realmente no recuerdo mejores tiempos, no soy de las personas que piensan que todo tiempo pasado fue mejor. Siempre fui consciente del privilegio de estar en el presente y de haber nacido como parte de una generación que pudo haber no existido por el Holocausto. Esta ciudad los salvó a mis padres y abuelos.
Salgo a las calles y no me preocupa que la cuadra donde vivo desde hace treinta y cinco años, haya cambiado y seguirá cambiando. Pero sí me angustia que no puedo controlar la violencia del medio que me rodea, porque galopan los cambios, a veces saltándome y dejando una sombra que no me deja conciliar el sueño.
Es algo muy personal, algo que ocurre en la cotidianidad y que no da respiro. Todo va demasiado rápido, pero tengo unas amigas a quienes timbro cada vez que me siento sola o cansada o agobiada. Más que todo, son ganas de verlas. Siempre están allí, listas a compartir. Me salvan sus risas y los cuentos que nos echamos.
Me salvan las caminatas al parque de acá cerca, porque este clima, siempre tan monótono, me permite salir sin preocuparme de abrigo o paraguas. Puedo caminar unas cuadras para ver el verde de los árboles que siempre acogen los pájaros que me deleitan a pesar de la violencia auditiva de los carros.
Me salva que tengo un trabajo que me llena, aunque me queje mucho de lo difícil que es dictar clases a universitarios no dispuestos, en general. Me salva que puedo seguir creando y que tengo muchos cómplices que me abren las puertas. Que puedo ver a mis padres tan solo caminando unas cuadras.
Me salvan los taxis que tomo a menudo para evitar el estrés que me produce la manejada, porque los taxistas siempre me hacen reír con sus cuentos y sobre todo, porque dicen las cosas que yo pienso sobre la ciudad pero que a veces creo son imaginaciones.
Me salva que siempre hay gente que me avisa, así sea a ultima hora, que algo chévere estará pasando. Vamos a una charla, un concierto, una lectura. Me convidan o yo convido.
Me salvan heterotopías como La Troja, donde sudo mientras bailo con amables desconocidos que no intentan sobrepasarse porque allí las reglas son implícitas, aunque los decibeles me dañen los oídos y por ello la dosis tenga que ser corta.
En fin, tengo que admitirlo, muy a pesar mío, que me salva la ciudad. Dejemos que siga su curso y dejen que los que la amamos, hablemos de lo que nos enturbia la mirada, así sea porque queremos, egoístamente, que nos siga salvando.
columonica@hotmail.com
Más Columnas de Opinión
¡Afinia nos tiene locos¡
Uno de los problemas más grandes que está afectado a los habitantes de la región caribe es el alto costo de los servicios públicos domiciliarios especialmente el servicio de energía. Desde hace muchos años la costa caribe ha recibido un serv
La Salud entre líos
Aunque los profesionales de la salud, tengamos como principios fundamentales, el de proporcionar nuestros conocimientos, voluntad, deseos, y en general permanecemos con todas nuestras fuerzas, puestas al servicio de las comunidades y personas, de
¿Qué hacer con las tarifas de energía en la región Caribe?
Las altas tarifas de la energía en el Caribe son un problema social. La afirmación de que mes a mes cientos de miles de familias comen o pagan la luz no es lejana de la realidad. El recibo se puede llevar la cuarta parte de los ingresos de las f
La Bestia – El temor a amar
La última película del aclamado director Bertrand Bonello (Saint Lorent, Nocturama) incursiona en el género de ciencia ficción mientras explora las complejas relaciones de pareja a través de un romance que trasciende distintas épocas histór