La frase que titula esta columna fue emitida categóricamente durante la jornada que se le dedicó a la escritora Marvel Moreno el viernes pasado en la Universidad del Norte durante el III Congreso Internacional de Literatura.

Sucede que en la reedición de 2005 de su novela En Diciembre Llegaban las Brisas, la contra carátula portaba una doble falsedad. Lina es una especie de alter ego de Marvel Moreno. Lina está en su primera novela y en la última. Decir que ella vuelve es una doble falsedad, porque en las novelas Lina no vuelve a Barranquilla y la autora nunca volvió a su ciudad de origen.

Se supone entonces, que esto hace parte de la confusa desinformación y la leyenda que se teje alrededor de tan importante autora, no porque se la lea mucho en su ciudad, por su buena, relevante y reveladora narrativa.

El hecho de su no retorno es un detalle largo en el tiempo y clave que permite a la larga entender su obra. Un desconocimiento de ésta que persiste a pesar de su reconocimiento internacional a nivel académico.

Pero, bueno, eso lo podríamos explicar por el hecho de que la academia siempre parece estar desconectada del acontecer cotidiano de un pueblo.

La fama y el reconocimiento no tienen mucho que ver entre sí y menos hoy en día cuando, como lo pronosticó Andy Warhol, para ser famoso e importante solo bastan unos minutos, de esos tan populares en YouTube.

A pesar de ser recordada dentro del linaje cíclico de reinas que se nombran con la resurrección de Joselito Carnaval, la escritora Marvel Moreno, su ojo y sus palabras críticas para con su ciudad, son borrados como quien no quiere la cosa.

Y ¿cómo es borrada? De la mejor manera en que Barranquilla sabe borrar: fingiendo amnesia, ejecutando el olvido, violentando la memoria, archivando su porvenir.

No en vano, un día antes, en la misma Universidad del Norte, le dedicábamos un día completo a pensar el archivo, honrando al filósofo Derrida, desde varias disciplinas académicas y artísticas. Lo que queda, lo que se archiva, lo que se imprime, tiene que ver con quien ostenta el poder.

Esta ciudad, que como dicen sus amigos y biógrafos, Marvel amaba y odiaba a la vez, es experta en no ver lo que no quiere ver. El espectro de la escritora se hace cada vez más grande e invade mi vida. Lo que me sorprende es que ese espectro no invade a mi ciudad.

Si Barranquilla la leyera más, podría superar tanto fantasma que aún pervive y que no la deja progresar intelectual y emocionalmente.

En el año 1981, mi bien intencionado novio de entonces, me regaló su primer volumen de cuentos, Algo tan feo en la vida de una señora bien, publicado con un prólogo de Juan Goytisolo y una introducción de Jacques Gilard.

Arranqué lo que me puso y la página está ausente pero su marca se nota y me lleva precisamente a aquello de lo que Marvel quería alejarse con su viaje a París sin retorno: ese machismo tan violento que vivimos en nuestra cotidianidad.

Este año, instada por una amiga estudiosa de Moreno, compré la última edición de su primera novela y no podía creer que yo había demorado tanto en descubrir a esta maravillosa escritora. O más que todo, que me había tardado tanto en gozarla.

Ahora retomo ese libro de cuentos exento de fantasmas que ya no valen la pena y comienzo también a leer El Tiempo de las Amazonas, su novela que quedará inédita pero que circula entre sus admiradores.

Ha sido bloqueado por su primer marido, quien es célebre en esta ciudad, precisamente por escribir a cada rato, lo chévere que es volver a Barranquilla.

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