Las canales de latón
En las casas entejadas de la vieja Barranquilla, las aguas de lluvia se recogían en canales y bajantes de latón, instalados en los aleros de los techos. Cuando el cielo se nublaba amenazando lluvia, corríamos los muchachos a ponernos el vestido de baño para meternos bajo el agua de lluvia, en compañía de los amigos de la cuadra. Era uno de nuestros programas favoritos y nos peleábamos para ser los primeros en ubicarnos bajo uno de los desagües, porque era donde el chorro de agua caía con más fuerza. En cualquier calle de la ciudad se veían grupos de muchachos bañándose en el aguacero o reunidos viendo el espectáculo que presentaban, y que aún presentan, los famosos arroyos de Barranquilla, que más parecen ríos embravecidos que arroyos, y tan tradicionales que hasta con nombres propios han sido bautizados. Pero las canales no solo servían para divertirnos bajo la lluvia, sino que eran también sitio preferido por algunos pájaros, que en época de sequía hacían allí sus nidos; pero el primer aguacero del año era trágico para ellos, ya que veían, impotentes, cómo el agua de lluvia arrastraba sus nidos y sus crías.
Eran generalmente cucaracheros los que anidaban en canales, aleros o en los sitios más insólitos, como las cajas de madera de los antiguos teléfonos públicos, mientras otros pájaros, como los toches, fabricaban elaboradas mochilas que colgaban de las ramas de los árboles, o las cotorras, que anidaban en las enormes bolas de un material barroso fabricadas por el comején y que por esto se conocen vulgarmente con el nombre de “cotorrones”. Son las ironías de la vida: mientras la lluvia era para los chicos motivo de diversión, para ciertos pajaritos era una verdadera tragedia.
Antonioacelia32@hotmail.com
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